Capítulo I

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Capítulo I

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Capítulo I

Two faces 

Tras la puerta cerrada se escuchaba una sinfonía de quejidos y gemidos contenidos que no dejaban lugar a dudas de lo que ocurría en aquel cuarto. Dentro, dos alientos se mezclaban mientras un par de cuerpos atléticos y bien formados se mecían el uno contra el otro en una danza tan antigua como el tiempo. Las manos grandes y callosas del hombre sostenían a la mujer por los muslos, manteniéndola firme contra la pared que les servía de sostén. Lo suyo no era algo para llevar a la cama: nada de sábanas limpias, dormir entre los brazos del otro, ni despertarse con besos. Lo suyo eran encuentros breves y salvajes en lugares neutrales, marcas de dientes y labios en la piel, hematomas, rasguños... un desahogo breve del estrés diario y luego un adiós sin sentimentalismos hasta el próximo encuentro.

Los músculos de su espalda se marcaban bajo la piel con cada embestida, y los dedos finos de la mujer los dibujaban con devoción, disfrutando de la fuerza, del poder que emanaba ese hombre por cada poro del cuerpo. Algo primitivo, casi animal se apoderaba de él cuando estaban a solas, algo que parecía estar apenas contenido, algo que nadie más conocía y, el saber que ella era la única capaz de arrancar la máscara de boy scout que llevaba cada la ponía más que cualquier otra cosa en el mundo. Sintió los dientes del hombre hundirse en la piel de su hombro mientras él soltaba un gruñido y liberaba su placer dentro de ella. La mujer se dejó ir también y le enterró las uñas en la piel húmeda de la espalda mientras su interior se contraía espasmódicamente, dejándola lánguida y sin fuerzas entre los brazos de su amante.

Ambos se miraron en las penumbras del cuarto, con el cabello húmedo sobre la frente, la piel afiebrada y los resabios del orgasmo aún recorriendo su sistema. Una sonrisa salvaje cruzó por los labios de la pareja antes de que compartieran un último y brusco beso. Steve bajó a Natasha al suelo y se alejó de ella para ir a recoger su ropa de deporte. Así, si alguien lo encontraba antes de que duchara, creerían que había estado corriendo y nadie sospecharía de sus encuentros con la espía. Natasha lo imitó y comenzó a vestirse, acercándose a la ventana y poniéndose a la luz sin querer. Steve, sentado en la cama, alzó la mirada luego de atar sus zapatillas y frunció el ceño al ver los hematomas en su vientre. Debido a la poca luz reinante, no los había visto antes.

─ Eso se ve doloroso─ comentó, como al pasar, mientras se ponía la camiseta por sobre la cabeza─ No recuerdo haberte hecho eso...

Ella terminó de abrochar su sujetador y se puso la camiseta por encima de la cabeza, cubriendo sus heridas.

─ No fuiste tú─ respondió desapasionadamente mientras se acomodaba los pantalones, cerrando el broche y dándose cuenta de que le quedaban más holgados de lo normal. Así que la pérdida de peso no había sido una impresión suya.

─ No sabía que te iban esas cosas, podríamos haberlo intentado. Siempre quise probarlo─ propuso, ganándose una mirada divertida de ella. Se volvió a sentar en la cama, mirándola mientras se vestía. Ella parecía diferente, de algún modo─ ¿Cuándo te buscaste otro? El tipo es un salvaje, dile que no me gusta que te deje esa clase de marcas─ le dijo, acercándose a ella y sosteniéndole la barbilla. Ella se veía más pálida de lo normal y tenía sombras bajo los ojos.

Midnight SunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora