Capítulo II

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Capítulo II

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Capítulo II

First warning

Natasha se veía bien. El maquillaje había cubierto los hematomas de sus piernas y el ajustado vestido de lamé dorado dejaba ver una generosa extensión de ella. Subió las escaleras alfombradas con paso lento, moviendo las caderas con cada peldaño, muy consciente de que el hombre tras ella estaba pendiente de cada uno de sus movimientos. Lo miró hacia atrás, regalándole una suave sonrisa antes de seguir su camino hacia el segundo piso. Sacó su llave del pequeño bolso de mano que llevaba y abrió la puerta de la habitación de su hotel, mirando significativamente al hombre. Sus ojos eran una clara invitación, una promesa de lo que vendría. Él la siguió con una sonrisa lasciva en los labios, pero, en cuanto puso un pie en la habitación, la sonrisa se le borró de los labios. El puño de Steve se estrelló contra su rostro y Justin Adams cayó al suelo como un costal de patatas.

Natasha se quitó la incómoda peluca negra y suspiró, sacudiendo su cabello para acomodar sus rizos a su estado natural.

─ Que tipo más pesado...─ murmuró, dirigiéndose a la mesilla de noche para coger lo que parecía ser una gruesa hipodérmica metálica─ Voltéalo─ pidió a su compañero y Steve obedeció, volteándolo boca abajo. Natasha bajó sus pantalones y clavó la aguja profundamente en la parte baja de su espalda, insertando el chip que les indicaría su posición en tiempo real.

─ Pero, te ves bien con ese vestido. Deberías conservarlo─ observó el capitán, arrastrando al tipo a la cama con facilidad.

─ Este vestido costó doce mil dólares, no pienso dejar que lo rompas, Steve─ él soltó una carcajada y se encogió de hombros.

─ Tú te lo pierdes─ respondió, arrojando al empresario boca abajo sobre el edredón.

─ Considerando que no pierdo demasiado, no lamento mi decisión─ comentó, provocando que el otro fingiera un gesto de dolor.

─ Me lastimas, Natasha...

─ Oh, pobre bebé. Anda, salgamos de aquí antes de que sus guardaespaldas se preocupen por él y vengan a buscarlo─ comentó, dirigiéndose a la puerta.

Fue demasiado tarde, sin embargo. Los guardaespaldas del empresario subían las escaleras en busca de su jefe y Natasha dio un respingo, regresando a la habitación. Cerró tras ella y miró a Steve con el ceño fruncido.

─ Ya están aquí. Tenemos que salir por la ventana...─ señaló, acercándose al ventanal y calculando la altura.

─ ¿Cuántos son? ─ preguntó Steve, asomándose por el resquicio de la puerta para vigilar el pasillo.

─ Siete─ respondió ella, quitándose los zapatos para subirse a la ornamentada barandilla metálica del balcón.

─ Podemos con ellos─ argumentó el hombre, pero ella negó, llamándolo con un gesto.

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