Capítulo 54: Frágil

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– Mi mujer eres tú, solo tu...

– ¿Y ella quien es entonces?– le reclama.

– La mujer con la que solo comparto un papel, un mero contrato, nada más que eso. A ella no le toco ni la beso ni la miro siquiera.

– ¿Lo prometes?– se gira hacia el.

– Te lo prometo hermosa– le sonríe– No tienes nada de qué sentirte insegura amor, yo te amo a ti.

– Está bien– le da un beso corto– José Luis ¿cómo lo hiciste para comprar esto sin que ella lograra adueñarse de todo?– pregunta algo curiosa.

– Solo pedí que la pusieran a nombre de Altagracia Sandoval. Me pidieron tus datos y yo los tenía. Eso fue todo.

– ¿Y no podrías hacer eso con Eleonora también?

– ¿Cómo? ¿Comprarle un departamento?

– No tontito– ríe– Quitarle las propiedades y ponerlas a nombre de alguien de tu confianza.

– La verdad es que no había pensado en eso. No es mala idea.

– Claro que no– le sonríe.

– Eres una genia amor– la abraza.

[...]

El resto de la tarde y noche estuvieron juntos, dándose tiempo de calidad, disfrutando de la compañía y las caricias del otro.

En la mañana José Luis la despierta con un buen sexo matutino. No había mejor manera de amanecer a su lado. Necesitaba constantemente sentirla, tenerla por completo.

 Necesitaba constantemente sentirla, tenerla por completo

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Amaba sentir la piel de la doña, su calor, su aroma. Cuando estaban juntos nada más importaba, todo pasaba a segundo plano. Vivían en su pequeña burbuja, su espacio, dónde podían amarse libremente sin pensar en nada más.

Se dan una ducha y desayunan antes de salir a comprar la ropa que necesitaban para ese día. Ninguno de los dos tenía ganas de llegar a sus casas con sus respectivas parejas. Además, José Luis notaba que al pasar las horas, Altagracia se veía cada vez más y más nerviosa, por lo que quería encargarse de hacerla sentir segura antes de dar la charla.

– ¿Estás muy nerviosa?– dice tomándole la mano sobre la mesa mientras almuerzan.

– Un poco...

– Tienes que estar tranquila amor, nadie te va a juzgar.

– Eso no lo sabemos. Quizás y si me juzguen por todo lo que hice.

– Hermosa, oye– le toma el mentón– Mírame, todo va a estar bien. Yo voy a estar ahí contigo.

Ella lo mira y solo asiente con la cabeza. Agradecía a Dios por tener a José Luis en su vida en esos momentos. Aunque le costaba admitirlo, ella necesitaba de un hombre fuerte que la contuviera en los momentos difíciles de su vida, y el empresario era perfecto para ella. El sabía cómo hacerla sentir protegida con solo estar cerca.

Infielmente TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora