Capítulo 38: Sospechas

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La doña al oír a Martín, mira a José Luis y le hace una seña para que guarde silencio.

– Si, ¿Necesitas algo?– le grita.

– No, solo quería saber dónde estabas– dice pegado a la puerta.

– Te dije que me daría una ducha.

– Si, lo siento. Ya me voy a dormir. Buenas noches.

– Buenas noches– dice algo extrañada.

¿Ya puedo hablar?– dice en una voz casi inaudible.

– Está bien extraño este hombre.

¿Crees que sospeche algo?

– Imposible, recién volvimos tu y yo.

¿Volvimos?– le regala una sonrisa pícara– ¿Ya estamos oficialmente juntos?

– Yaa– ríe– No digas babosadas.

No son babosadas, me dijiste que volvimos. Respóndeme.

– No podemos tener algo "oficial" si tú y yo estamos casados José Luis.

Entonces somos amantes oficiales– ríe.

– Estás loco– ríe– Ya, te dejo. Nos vemos mañana.

Oye, antes que cuelgues déjame decirte algo.

– ¿Qué?

Me encantas cada día más Altagracia. Me fascinas.

– Tu también me encantas José Luis Navarrete. Me vuelves loca– le sonríe y le cuelga de inmediato.

No quería que luego de decirle eso el le hiciera preguntas. Ya bastante le costaba decirle las cosas que sentía por el.

Luego de la última conversación con Matamoros, había pensado mucho las cosas. Ya no quería seguir negándose a si misma al no atreverse a estar con José Luis. Su matrimonio no andaba nada bien, y pensaba terminar con eso luego del cumpleaños de José Luis. No aguantaba mas dormir al lado de alguien a quien no amaba, y Matamoros tenía razón, más daño hacia quedándose con el sin amarlo.

Sale finalmente del baño y ve a Martín hacia un lado de la cama. Va hacia el closet y saca un pijama que cubriera al menos parte de su pecho. Unos minutos después, la doña se encontraba profundamente dormida.

A la mañana siguiente, José Luis llega temprano a la oficina. Estaba realmente ansioso de ver a Altagracia. Quería tenerla cerca, besarla, tocarla. No había nada que anhelara más en ese momento que estar con ella.

Luego de un par de horas, la desesperación lo consume y sale de la oficina para ir a verla.

– ¿Altagracia está en su oficina?– le pregunta a la secretaria de la doña.

– Si señor.

– Ok, muchas gracias.

José Luis abre la puerta sin previo aviso y entra. La doña al oír la puerta cerrarse de golpe da un pequeño salto por la impresión.

– ¡José Luis! Me asustaste.

– Perdón, perdón– dice acercándose a ella– No quise asustarte hermosa.

– Está bien– le sonríe y se pone de pie para saludarlo.

– ¿Cómo amaneciste?– dice tomándola de la cintura.

– Bien– le sonríe– ¿Y tú?

– Bien, aunque mejor habría dormido si me dejabas ver algo más anoche– dice intentando abrirle un poco el escote.

Infielmente TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora