El celular de Carlos sonó, se talló los ojos, tratando de limpiar las lágrimas, dejaría que sonara. No hablaría con Rafael hasta que su tristeza se disipara un poco. El celular, en cambio, anunció una llamada de Chris. Sin muchas ganas, tomó el aparato y contestó.
— ¿Por qué estás llorando?— a pesar de que Carlos no había dicho palabra alguna, la voz de Chris exigía una explicación— ¿Pasó algo? ¿Estás bien?
—No es nada... solo— Carlos suspiró, incorporándose, tratando de ordenar sus pensamientos para evitar más malentendidos— Rafael se siente muy mal por el accidente de su padre, las cosas son más turbias de lo que imaginábamos y... ninguno de nosotros sabe cómo reaccionar a algo así.
— ¿Te dijo algo fuera de lugar, cierto?— afirmó Chris. Carlos se quedó callado— No me sorprende. Rafael habla más rápido de lo que puede pensar.
—No lo culpo, se desespera muy rápido y hay demasiado estrés en su casa. Incluso creo que yo fui quien hizo mal.
— ¿Qué pudiste haber hecho tú? Jamás eres grosero con nadie, menos con él. —Chris chasqueó la lengua, fastidiado.
—Creo que le di un puñetazo...— admitió Carlos, Chris rio del otro lado del teléfono— y luego le dije que se fuera de mi casa, estoy muy molesto con él.
— ¿«Crees» haberlo golpeado? Parece que dijo algo realmente horrible.
—El punto es que Rafael realmente se siente mal, y no soy la mejor persona para dar consejo, —Carlos se rascó la cabeza, irritado— él necesita hablar con alguien que le ayude con esa frustración. Y sí, puede que lo conozca demasiado, pero no por eso soy la mejor persona en cuanto se trata de palabras... Lo siento... estoy desahogándome contigo...
— ¿Qué te dijo?— Chris demandó una respuesta. Sabía que Carlos no estaba bien.
—No es importante, —Carlos sorbió la nariz, tratando de calmar sus últimos sollozos— Entiendo que esté molesto. Y yo...
—Carlos. —la voz de Chris le provocó un escalofrío. —Necesito saber qué fue lo que te dijo.
—No quiero más problemas...
— ¿Cómo esperas que me quede tranquilo si no sé qué fue lo que pasó? —escuchar a Chris tan serio hizo que se le revolviera el estómago.
—En serio... —murmuró Carlos, suplicando— no quiero más problemas.
—Estás molesto con él, pero aun sigues defendiéndolo— Chris chasqueó la lengua, confundido— ¿Por qué? ¿Por qué no me dejas partirle la boca por lo que te hizo?
— ¡No lo sé!— exclamó, dejando que sus lágrimas volvieran a caer— Créeme que no me cuesta nada pedirte que lo ahorques, pero sé que no es la manera. Solo... ignórame, estoy molesto. No quiero hablar.
Carlos colgó.
Rafael corría. Respiraba por la boca, agitado, los pulmones comenzaban a arderle, pero poco le importaba. Corrió la distancia desde la casa de Carlos hasta el parque, donde se detuvo a tomar un respiro. Sus piernas no daban para más.
Se recargó en un árbol, mientras se concentraba en el creciente odio que subía por sus entrañas. Ácido, caliente. Con un par de espasmos se inclinó hacia adelante y vomitó sobre las raíces sobresalientes del árbol. Sintió asco, y después de varios quejidos terminó de escupir los residuos de su boca. No había comido nada, los contenidos de su estómago se limitaban a un líquido amarillento.
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Con Oídos para Ver y Ojos para Escuchar
Ficção Adolescente«¿Cuál es tu color favorito?» Esa fue la pregunta que Carlos Soto le hizo a su mejor amigo, Rafael Lira, una tarde de verano. Rafael se apartó del librero y observó a Carlos, perplejo, inseguro de cómo responder. Nuestra historia empieza con la mot...