Capítulo 5

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—...Y mientras más profundo respires, la brisa llenará tus pulmones completamente, sientes como si estuvieras volando. El reflejo del sol bajo las hojas de los árboles es delicado y suave.

Rafael narraba todo lo que estaba al alcance de sus ojos. Él se limitaba a escuchar como Carlos emitía varios sonidos de asombro, se preguntó si la imaginación de su mejor amigo podía asemejarse a todo lo que observaba en ese momento. Era una vista maravillosa.

Caminaban de la mano por el sendero que atravesaba los gruesos árboles, Rafael era mucho mejor que el bastón de plástico que Carlos acostumbraba a usar, y aunque él no quisiera admitirlo, le gustaba la idea de ser un medio de apoyo para su amigo. Era una de las pocas cosas que podía hacer por él.

A medida que Rafael caía más en cuenta de la situación que vivía Carlos día a día, no podía evitar preocuparse. Por más que odiara admitírselo y las incontables veces que Carlos se había molestado con él por ser demasiado protector, el pensamiento de que algo pudiera pasarle si él no estaba a su lado, además de ser irracional, era demasiado recurrente. Conociéndolo bien, Rafael tenía que admitir que Carlos era un chico independiente a pesar de los obstáculos extra que le había dado la vida. Tenía que comenzar a creerse eso.

—Te has quedado callado ¿Qué piensas? —preguntó Carlos después de algunos minutos de silencio.

Rafael se sobresaltó, no se había dado cuenta de que lentamente había dejado de describir los alrededores, y por más de medio sendero estaban caminando en silencio.

— ¡Ah! Perdón, es solo que... se me acabaron los adjetivos... —mintió él, esperando que su tono de voz no lo delatara.

—Supongamos que te creo, digo supongamos porque eres malísimo mintiendo. —Carlos solo rio.

—Bien, bien me atrapaste. La verdad es que estaba pensando en cómo decirte el siguiente color... —Rafael volteó hacia los lados, tratando desesperadamente de encontrar el lugar perfecto.

— ¿Te quedaste despierto?— preguntó Carlos, seguro de la respuesta.

— ¿Cómo sabes?

— ¿El súper inteligente Rafael Lira quedándose sin palabras? —Comentó Carlos con asombro, Rafael simplemente rio— Tu cerebro está deshidratado porque no descansaste bien.

—Eres un acosador, memorizaste mis patrones de sueño. —dijo él con sarcasmo.

—Tienes suerte, la siguiente semana acosaré a alguien más, con mejores ideas. Soy un «come-inteligencia».

—Eso explica por qué mi famoso ingenio no funciona como antes... —Rafael sonaba fastidiado— Realmente me estoy esforzando por utilizar palabras que se escuchen inteligentes.

—Lindo cerebro de pasa.

— ¿Qué?

—Es lindo que te tomes la molesta de enseñarme algo que no conozco... —Carlos sonrió. —Gracias, cerebro de pasa.

La abstracta idea que se encontraba en su cabeza apenas comenzaba a tomar forma. Tenía tanto miedo de echarlo a perder, incluso sentía que el primer color había sido algo completamente improvisado y sin sentido, lo cual no estaba muy alejado de la realidad, pero aun así Rafael se sentía muy presionado. A partir de ahora tenía que ser mejor.

Guio a Carlos hacia una colina algo empinada, el crecido pasto adornaba el pequeño montículo de tierra como si se tratase de una delicada manta sobre un cómodo sillón. A medida que subían, Rafael se relajó. Definitivamente había encontrado el lugar correcto.

Era un día brillante, había un par de nubes en el cielo y la brisa veraniega era una combinación perfecta de todos los elementos. El ambiente emitía una paz indescriptible. Fue entonces cuando Rafael se percató que aún sostenía suavemente la mano de su mejor amigo, el calor subió al rostro del muchacho y se alegró de que Carlos no pudiera verle.

— ¿Dónde estamos? ¿No planeas empujarme al olvido cierto? —bromeó Carlos.

— ¿En serio soy tan predecible? —Rafael fingió sorpresa, antes de carcajear. —Siéntate, vas a aprender mucho hoy.

Carlos rápidamente se puso en cuclillas, palpando el suelo a su alrededor, asegurándose de que fuera un sitio seguro. Rafael lo observó divertido, se limitó a ofrecer ayuda, ya que su experiencia le decía que ser tan hostigante era molesto para Carlos.

Una vez en el suelo, Carlos estiró las piernas y utilizó ambos brazos para sostener su torso sobre el césped. Las hierbas le hacían cosquillas en los dedos, era una sensación húmeda y fresca al mismo tiempo. Respiró profundamente y una amplia sonrisa se abrió paso sobre su rostro.

Rafael observaba de rodillas anonadado las micro-expresiones de su mejor amigo. Pasó saliva pesadamente por su garganta mientras pensaba que jamás había visto a Carlos tan detenidamente como ahora.

Su respiración se aceleró y sacudió la cabeza frenéticamente tratando de disipar las extrañas ideas que se habían apoderado de su cerebro. ¿Qué demonios le estaba pasando? Solo se trataba de Carlos, lo había visto experimentar la sensación de diversas cosas por primera vez, era especial pero nada fuera de lo común. Entonces... ¿por qué ahora su corazón se había acelerado de esa manera?

—Espero que no hayas salido corriendo— dijo Carlos con la mirada perdida en el horizonte.

—Si sigues haciendo chistes acerca de abandonarte como perrito, un día vas a conseguir que lo haga. —respondió Rafael algo molesto, ¿Cómo me cree capaz de hacerle eso?

—Te tomas todo muy en serio Rafa— Carlos estiró una mano y palpó la pierna de su amigo. —Dime qué es azul.

—Azul es el color del cielo, del mar, algunas flores, algunos pájaros. Es un color intenso, es un color frío e inmenso. —Rafael se aclaró la garganta e hizo la cabeza hacia atrás para poder observar el cielo. —Provoca...calma, cuando estás bajo el cielo, sientes una gran tranquilidad, como si no existieran los problemas, además de que te sientes muy, muy pequeño, porque es algo tan grande que muchas veces no puedes comprender. Algunas personas lo usan para describir tristeza pero es realmente muy hermoso.

—Cuéntame más, ¿Qué más es azul? —Carlos se recostó sobre el césped, poniendo sus manos sobre el estómago. El cielo estaba justo sobre sus ojos cristalizados, provocando un espejo perfecto reflejando el paisaje.

—Bloques gigantes de hielo en la antártica, intimidantes y vastos. Criaturas marinas sacadas de un libro de ciencia ficción, con formas abstractas y cualidades especiales. Piedras preciosas con un brillo magnífico. —Rafael se quedó pensando un momento— Tu raspado favorito es azul. Es un color imponente, profundo; tanto serio como infantil...

—Se parece a ti...

— ¿Qué?

—Lo que dijiste del azul, suena a ti. —El rostro de Carlos seguía apuntando al cielo, Rafael volteó a verlo con curiosidad. —Cuando hablas de la tranquilidad y eso... estar contigo me hace sentir... bien.

—Pues claro que sí, somos amigos... —Rafael rio nerviosamente. Carlos comenzaba a decir cosas muy extrañas.

Decidió recostarse al lado de su mejor amigo y observó las nubes pasar a lo largo del vasto cielo. La sensación que le provocaba ver algo así era de las pocas cosas que no podía explicarle a Carlos, le faltaban las palabras.

—Tú sabes a lo que me refiero. —Carlos buscó la mano de Rafael y la tomó. — ¿De qué color son tus ojos Rafa?

—...Azules. —respondió él casi en un murmuro. Sintió a Carlos suspirar.

—Hermoso...

Con Oídos para Ver y Ojos para EscucharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora