Capítulo 3

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Rafael se quedó congelado. Definitivamente no esperaba que Carlos le preguntara algo así, y más aún cuando antes no había mostrado ningún interés en saber o preguntar de qué color eran las cosas. Claro, el chico a pesar de su impedimento visual conocía los nombres, pero dichos nombres quedaban como palabras vacías en su cerebro careciendo completamente de significado.

—Te propongo un trato. —dijo Rafael al momento que una brillante idea se formaba en su cabeza— Vamos a conocer todos y luego adivina.

—¿Qué caso tiene que lo adivine si de todas maneras no sabré cuál es?

—Si te lo digo a secas tampoco tendría sentido.

—Bueno tienes razón— Carlos suspiró. —Es solo que tengo curiosidad.

—¿Por cuál quieres empezar? —preguntó Rafael buscando el libro correcto.

—Todos los colores se ven igual para mí— el chico rio sin ganas— Decide tú.

Con el libro en mano, Rafael comenzó a pensar en cual sería un buen orden para empezar a describir el color, ¿Necesitaba un orden? Claro que lo necesitaba. Se talló el mentón sintiéndose ansioso, esto era parte de su plan, pero no había pensado que tendría que comenzar con su objetivo tan pronto. Aún no había terminado de leer algunas teorías y tendría que apresurar su búsqueda por esos libros de poesía, los cuales estaba seguro de haber visto en algún momento en la habitación de sus padres.

—Empecemos con los fáciles— dijo él con voz temblorosa, inseguro de sus palabras— Negro y blanco.

—Okey, eso es demasiado fácil. —Carlos se incorporó— Eso es el día y la noche.

—Vaya, vaya cerebrito— celebró Rafael cruzando los brazos— Alguien ha estado leyendo.

—Comencé a tomar sentido de las metáforas de los cuentos. No es tan difícil— presumió el chico.

—¿Qué opinas del púrpura?

—¿Púrpura?

—Aja, púrpura, morado, violeta, lila, —listó Rafael marcando las palabras con sus dedos. —Ese color tiene muchos nombres.

Rafael tenía que admitir que para este punto estaba haciendo todo lo posible para lograr una expresión de asombro y confusión en la cara de su amigo. Le gustaba que Carlos aprendiera de él. Y para contento de Rafa, su mejor amigo no sabía como comenzar a responder. Por un momento consideró la posibilidad de haber cavado su propia tumba al darse cuenta de que no había mucho material con el cual podía comenzar a describir dicho tono.

—De acuerdo, tú ganas. —dijo Carlos rascándose la cabeza— ¿Qué es eso?

—Como dato curioso, ese color fue inventado. —Rafael se acercó con el gran libro entre las manos, sentándose nuevamente en la silla que estaba frente la cama de su amigo.

—¿Es una broma? ¿Existe o no? —Carlos comenzaba a dudar de las palabras de su amigo, ¿Cómo alguien inventaba un color? —¿Es un libro?

Cuando Rafael volvió a tomar su lugar en la silla, Carlos palpó cerca de sus manos, sintiendo así el característico borde de sus objetos favoritos. Rafael solo sonrió, observó como su amigo intentaba buscar un título, pero este libro no estaba acondicionado para que Carlos pudiera leerlo por sí solo.

—Pero no es un libro para metiches— replicó Rafael dándole pequeños manotazos a su amigo para que desistiera de seguir tocando el libro— No creas que fue tan extremo como que un día un sujeto despertó y dijo «Ah, quiero el color púrpura» y pum, todos comenzaron a usarlo.

—El nombre suena falso.

—Imagina algo suave— explicó Rafael— dulce y profundo. Es la clase de color que te provoca alegría y serenidad, en muchos países es símbolo de realeza. Las ultimas encuestas señalan que el púrpura es el color favorito de los niños menores de diez años.

—Entonces es un color... ¿Importante? —preguntó Carlos.

—Podrías decir eso. —Rafael se encogió de hombros —Espera, tengo una idea.

Cerró el libro y se levantó de su lugar, haciendo la silla hacia un lado, tomó a Carlos de la mano y lo jaló fuera del cuarto, las protestas y preguntas de Carlos fueron silenciadas con las promesas de Rafael. Caminaron hasta la cocina, donde Rafael comenzó a rebuscar dentro del refrigerador, esperando encontrar el elemento principal de su idea.

—¿Qué estás haciendo? —cuestionó Carlos recargándose en la barra que dividía la cocina con el comedor. Palpando los bancos repetidamente logró sentarse y esperó pacientemente a que Rafael decidiera contarle que era lo que estaba pasando.

—Estoy buscando el color púrpura.

—¿Y acaso planeas encontrarlo dentro del refrigerador? —Carlos rio divertido.

La mirada de Rafael se iluminó al encontrar la característica fruta que había invadido su mente desde que comenzó con la descripción de ese peculiar color. Sacó el contenedor plástico lleno del alimento, cerrando el refrigerador con una mirada de satisfacción en su rostro. Salió del área de la cocina para acercarse a su mejor amigo, poniendo el contenedor frente a sus manos.

—¿Uvas? —dijo Carlos al quitarle la tapa y tocar levemente los contenidos. Círculos fríos y redondos, suaves al tacto.

—Uvas púrpuras. —anunció Rafael moviendo sus manos a pesar de que Carlos no podía ver sus ademanes de maestro de ceremonias.

—¿Aja?

—Abre la boca. —ordenó él.

—¿Qué? —las mejillas de Carlos se ruborizaron un poco.

—Abre, dije. —repitió Rafael, introduciendo uno de los frutos en la boca de su amigo.

—Ya conozco las uvas genio— Carlos habló mientras masticaba— No entiendo tu punto.

—Piensa en púrpura, baboso— Rafael volvió a meter otra uva dentro de la boca de su amigo —Imagina el color con ese sabor dulce, pero no del todo, tiene cierta acidez, es suave y frío, deja una sensación graciosa en la lengua. Así se siente el color púrpura.

Carlos frunció el seño y masticó más lento. Concentrándose en las palabras de su mejor amigo, tratando de formar un nuevo concepto en su cerebro. Era un muy buen punto. Comenzaba a darse una idea de como ese color podía sentirse, una sonrisa se formó en sus labios mientras tomaba otra uva del contenedor.

—Ahora lo... ¡Arg! —la oración de Rafael fue interrumpida por una uva en su ojo. —Esa no es mi boca, tarado.

—Ya lo sabía —mintió Carlos, sacó la lengua y sonrió.

Rafael comenzó a reír. Ver esa felicidad en la cara de su amigo lo llenaba de una dicha inigualable. Adoraba compartir momentos así con él. Notó la manera en la que Carlos reía, era un sonido placentero, especial. Rafael detuvo su hilo de pensamientos, tratando de concentrarse en la tarea que tenía por delante.

Ahora mas que nada quería que su mejor amigo descubriera las maravillosas sensaciones que provocaban los colores. Rafael finalmente estaba decidido, mañana irían a la playa. Tendría que superar varios obstáculos y permisos, además de que estaba completamente seguro de que algún adulto tendría que acompañarlos, ya que la madre de Rafael no le confiaba el auto en absoluto. Al menos no desde que el instructor de la escuela de manejo le dijera que era «impulsivo al volante». Según Rafael, eso no podía estar más lejos de la verdad.

De modo u otro, mientras veía a Carlos fue ideando todo el plan para los siguientes colores en la lista. Ya había descubierto la estrategia que iba a tomar.

—¿Cuál es el siguiente? —preguntó Carlos, algo impaciente.

—Mañana lo sabrás— canturreó Rafael dándole palmadas en el hombro.

—No seas así, al menos dame una pista.

—Azul.

Con Oídos para Ver y Ojos para EscucharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora