—Hey, solo llamaba para decirte que no podré llegar a tu casa a tiempo... estoy... demasiado crudo.
A la mañana siguiente, Rafael se encontraba sobre su cama, con la mirada perdida en el techo. Observar el ventilador solo le provocaba más mareos. Se talló los ojos y se volteó hacia la pared, mientras cambiaba el celular a su otro oído.
— ¿Fuiste a la fiesta de ayer?— Carlos intentaba no reír, no era raro que Rafael terminara en ese estado, y en cada ocasión era divertido escuchar esa voz ronca y pesada. —Olie me comentó que tuvo que arrastrarte de regreso.
—Sí, —respondió él tratando de recordad esa parte de la noche, sin éxito alguno— y me arrepiento un poco, me duele la cabeza ¿No te molesta que pase un poco más tarde por ti?
Por más agotado que se sintiera no podía olvidar que había hecho una promesa. La decisión de ir a esa fiesta había sido un error, mezclar refresco con ron había sido un error, tomar directo de la botella había sido un error. Hacerle caso a Gabriel para mezclar líquidos había sido un gran error. Bailar sobre la mesa... no entendía por qué era capaz de recordar esa parte.
—No te preocupes, Chris me llamó hace rato, dice que él puede venir por mí; le dije que esperaría tu llamada primero.
—Entonces los veré allá— no se molestó en ocultar sus celos.
— ¿Seguro?
—Sí, descansaré unos minutos más, me dieron ganas de vomitar...
—Cuídate, realmente me preocupaste anoche; te esperaré— Carlos se despidió y Rafael colgó la llamada.
Quería reclamarle. ¿Cómo que Chris iba a llevarlo? ¿Por qué? No tenía por qué. Rafael dio vueltas sobre el pequeño tapete en medio de su habitación, el persistente dolor de cabeza logró distraerlo un momento. Ahora tenía algo más de qué preocuparse.
«Maldito seas, Chris»
—Oye, ¿Puedo preguntarte algo?
Chris mantenía los ojos en el camino, aunque de vez en cuando no podía evitar voltear a su derecha para ver al chico en el asiento del copiloto. Aún se encontraba en trance por el breve abrazo que compartieron anoche. Le hubiera gustado conversar un poco más con Carlos. Necesitaba una oportunidad, fue por eso que le agradeció al cielo que Carlos accediera a ir con él al lago. El camino era algo largo, así que quería aprovechar cada segundo.
— ¿Ajá?— dijo Carlos.
—Eh... ¿Qué clase de libros te gustan más?— preguntó Chris, arrepintiéndose en el momento. Se maldijo mentalmente, estaba nervioso. —Quiero decir... no sé qué tema te agrade más... yo la verdad pensaba en uno de terror... pero Gaby me dijo que...
— ¿Te sientes bien?— la risa simpática de Carlos logró desconectarle los pensamientos. —Creo que te lo dije en la biblioteca... ¿Estás nervioso?
—Perdón, es que me pongo muy nervioso cuando doy regalos— respondió Chris, esa oración tenía algo de verdad.
— ¿Por qué?
—Porque no creo que a la persona vayan a gustarle o...
—No. ¿Por qué me regalaste un libro? —interrumpió Carlos, su voz era suave. La manera en la que las orillas de su boca formaban esa dulce sonrisa era la perdición para Chris. —Aun no es mi cumpleaños.
—Solo... pues...—una por una, quitó las manos del volante un momento para limpiarse el sudor en los pantalones— Ay Carlos, no se necesitan razones para dar regalos...
—Bueno, como digas— una carcajada inundó los oídos de Chris, arrancándole un suspiro— Eres buena persona. Me caes bien.
—Me sentí muy bien cuando te conocí— las palabras de Chris temblaban, pero se mantuvo optimista— Eres bien relajado, y me encanta tu sentido del humor. No sé, me gustas.
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Con Oídos para Ver y Ojos para Escuchar
Roman pour Adolescents«¿Cuál es tu color favorito?» Esa fue la pregunta que Carlos Soto le hizo a su mejor amigo, Rafael Lira, una tarde de verano. Rafael se apartó del librero y observó a Carlos, perplejo, inseguro de cómo responder. Nuestra historia empieza con la mot...