Capítulo 14

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«Estoy afuera»

El teléfono de Carlos anunció el mensaje con una voz mecánica. Acto seguido, palmeó la pantalla de su celular para verificar la hora. «Son las veintitrés horas con dieciocho minutos» ¿Por qué venía tan tarde? ¿Había pasado algo?

La puerta de la casa de Carlos fue tocada dos veces. La señora Soto se levantó de la mesa del comedor y con una gran sonrisa abrió la puerta. Al observar al chico frente al portón, su mirada cambió a una expresión de extrañeza y su sonrisa disminuyó un poco.

—Muy buenas noches— dijo el joven de cabello rubio— Me disculpo por venir sin avisar, mi nombre es Christopher Flores. Vivo a unas cuantas calles, soy amigo de Rafael Lira y de su hijo, Carlos.

— ¡Oh!— Claudia Soto llevó una mano a su rostro en señal de sorpresa— ¡Mucho gusto en conocerte! ¡Pasa!

Chris, haciendo un esfuerzo nulo por ocultar su felicidad, cruzo el umbral con una gran sonrisa sobre su rostro. Su corazón latía con fuerza, comenzó a sentirse algo nervioso, no quería verse desesperado, sujetó con fuerza el paquete envuelto que sostenía entre sus manos y escaneó la decoración de la sala de estar.

—Vengo de pasada— se aclaró la garganta, pasando una mano por su cabello para acomodarlo— encontré un libro que le puede gustar a Carlos y vine a traérselo.

Antes de que Claudia pudiera responder, unos pasos acelerados se escucharon por el pasillo. Apoyándose de las paredes, Carlos caminaba lo más rápido que su confianza le permitía.

— ¡Rafa! ¿Por qué no me llamaste?— la felicidad en el rostro de Carlos era tal, que Chris sintió que no era bienvenido, quizá después de todo no había sido una buena idea.

—Soy yo, Carlos, Chris...— sonrió tímidamente, casi murmurando.

—No te preocupes— terció Claudia, notando la incomodidad del muchacho— Es normal que Carlos te confunda con Rafael. Está muy acostumbrado a que venga de visita.

—Oh, claro, me imagino— Chris sonrió en dirección a la madre de Carlos, su orgullo estaba herido. ¿Qué tenía que hacer para que Carlos pensara en él? Rafael tenía varios años de ventaja que él jamás alcanzaría. «Mejor calidad a cantidad».

— ¿Qué? —Carlos se acercó a Chris, buscando sus manos, tocó uno de sus brazos. Definitivamente no era Rafael, la tela de la camiseta no le era familiar, incluso el grosor y musculatura estaban muy por encima de las esbeltas extremidades de su mejor amigo— disculpa... sus voces son tan similares. Escuché tu mensaje pero, no creí que vendrías. Creí que estabas jugando.

—Venía a traerte algo— lentamente, tomó la mano de Carlos, y puso la envoltura sobre ella; el leve contacto con el pequeño muchacho lo hizo ruborizar, fijó la vista en él, sintió el calor y suavidad de sus manos. Era irreal. —Espero que te guste.

— ¿Qué es?— preguntó Carlos dando vueltas al paquete. Había confusión en su rostro, jamás hubiera esperado un detalle así de Chris. — ¿Es un libro?

La emoción en su voz lo delataba. Chris solo observaba extasiado cómo la felicidad regresaba al rostro del chico. Pensó, tal vez, que le gustaría hacerlo sonreír de esa manera todos los días. Su corazón dio un vuelco al notar que las cejas de Carlos se alzaron en sorpresa al confirmar que era un libro, pasó sus dedos lentamente por el título con relieve sobre la cubierta.

«El corazón» deletreaba el conjunto de puntos. Carlos atrajo el libro a su pecho. Respiró hondo y sonrió.

—Gracias.

—Chris, ¿por qué no te quedas a platicar un rato?— Claudia posó una mano sobre el hombro del muchacho, él solo pudo asentir con el rostro enrojecido. — ¡Perfecto! Iré a preparar un poco de café.

Observó a la madre de Carlos alejarse por el pasillo, su mente aún estaba tratando de procesar lo que estaba pasando. Formalmente había sido invitado a pasar la noche con Carlos, esto superaba a todas sus expectativas.

—Luego puedes contarme de qué trata— Chris no podía decir mucho, su voz temblaba demasiado, ver a Carlos tan feliz con un pequeño gesto era su definición de éxtasis.

Carlos tentó a sus lados, cerciorándose de que la mesa del comedor estaba cerca de él. Posó el libro con cuidado sobre la superficie lisa y a pasos calculados se acercó a Chris, quién solo podía observar sus delicados movimientos. Palpó la superficie de su camisa sobre su torneado pecho. Chris contuvo la respiración, observó cómo Carlos se acercaba a él, con sumo cuidado. Estaba seguro de que el acelerado ritmo de su corazón lo delataría. El muchacho rodeó el cuerpo de Chris con sus brazos, recargando su cabeza sobre él.

—Gracias, en serio, muchas gracias— le dijo.

«Me gustas mucho»

Con Oídos para Ver y Ojos para EscucharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora