El reencuentro familiar había sido de película. Era notable el cambio de ambiente cuando el padre de Rafael, el reconocido piloto Augusto Lira, estaba presente en su hogar. La cálida sonrisa y los comentarios simpáticos de ese señor eran el rayo de sol que toda persona necesita para sentirse segura e incluida.
De esta manera, a modo de celebración, la familia había decidido salir a comer a un restaurante cercano, de manera en la que podían platicar y ponerse al día. Siempre eran un par de meses en los que el padre de Rafael estaba fuera, pero era entendible por su trabajo. Sin contar que siempre hacía lo imposible por compensar el tiempo perdido. Era sin duda un modelo ejemplar de ciudadano, padre y esposo.
Reunidos en la mesa del restaurante chino, estaba la familia Lira y por supuesto, Carlos, el invitado especial. La conversación transcurrió de manera habitual. Noticias de la escuela, nuevas habilidades aprendidas, incluso Rafael le mencionó a su padre su misión para enseñar a Carlos todos los colores posibles a lo largo del verano.
—Sin duda esa es una aventura que deberás documentar— Augusto habló con voz gruesa a través de sus sonrientes labios— ¿Qué te han parecido hasta ahora las descripciones de tu hermano?
El padre de Rafael siempre acostumbraba a tratar a Carlos como a su propio hijo. Escuchar que lo emparentara con él era común, pero en esta ocasión, tomando en cuenta la escena que acababan de interrumpir, era un tanto incómodo. A pesar de que Rafael no estaba seguro del todo de cuál era la palabra para describirlos, sabía que «hermanos» lo molestaba.
—Me gustaría decir que bastante acertadas pero...— Carlos sonrió, quedándose pensativo por unos momentos— Bueno, en realidad no hay peros. Quizá vea la vida dulce.
Rafael solo se ruborizó y se concentró en llenar sus mejillas de arroz frito. De vez en cuando orientaba a Carlos para que no terminara escogiendo una salsa inhumanamente picante para la comida, o que las servilletas estuvieran siempre a su alcance.
—No puedo esperar a mostrarte todos los libros nuevos que he conseguido— Rafael intentó cambiar de tema sutilmente, en ese momento era un tanto extraño que la conversación se enfocara en ellos dos.
—Y yo no puedo esperar a que me los narres— el padre de Rafael sonrió, volteó a ver a su esposa y la tomó de la mano sobre la mesa. —Los extrañé tanto.
La mirada de Rafael se quedó enfocada en esa pequeña muestra de afecto. Lo hizo sentir bien, oleadas de felicidad placentera se apoderaron de su cuerpo. Sus hombros se relajaron y bloqueó un par de suspiros involuntarios escondiéndolos con sorbos de té. Era realmente reconfortante ver a sus padres juntos.
Distraído, Rafael estiró su brazo para tomar una servilleta, y en su lugar encontró la mano de Carlos. Antes de que su cerebro pudiera procesar lo que estaba pasando, escuchó a sus padres susurrar y reír. Retiró su mano, colocándola entre sus piernas. Lo último que necesitaba era pensar en Carlos en ese momento.
Su mente continuó jugando con él. A pesar de que su padre estaba platicando anécdotas interesantes de sus aventuras por distintos países, la atención de Rafa siempre recaía en Carlos. Observando cada fino movimiento que hacía, como podía aparentemente mantenerse tan tranquilo después de lo sucedido hacía unas horas.
Comenzó entonces a pensar que después de todo si se había tratado de su imaginación.
Llegando la hora de irse, pidieron el resto de la abundante comida para llevar. La cual probablemente se convierta en el desayuno de Rafael por el resto de la semana. Había una estricta regla en su casa de no desayunos después de las 10:30 a modo de incentivo para que Rafael se levantara temprano, funcionaba de vez en cuando.
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Con Oídos para Ver y Ojos para Escuchar
Novela Juvenil«¿Cuál es tu color favorito?» Esa fue la pregunta que Carlos Soto le hizo a su mejor amigo, Rafael Lira, una tarde de verano. Rafael se apartó del librero y observó a Carlos, perplejo, inseguro de cómo responder. Nuestra historia empieza con la mot...