Capítulo 11

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— ¿Por qué no me dijiste que los conocías?

A la mañana siguiente, Rafael había ido a la casa de Carlos a primera hora de la mañana para recuperar el tiempo perdido. Tantos días sin colores hacían que fuera un poco más complicado regresar a la misión original de ese verano. Aunque tenía que admitir que «primera hora de la mañana» se traducía a medio día para alguien como Rafael.

Carlos hablaba desde la mullida silla de su escritorio, era bastante cómoda con solo verla, el acabado de gamuza provocaba tocarla a todo momento. Él chico de los ojos nublados se movía lentamente, haciendo rodar la silla con sus pies. Disfrutando de la compañía de su mejor amigo.

—Si te tengo que ser honesto—dijo Rafael desde el suelo, había hecho un gran trabajo en utilizar las almohadas de la cama de Carlos como una especie de silla para obtener una postura envidiablemente cómoda en la alfombra de la habitación— la verdad no sabía si iban a tratarte mal.

— ¿En serio?

—Te lo juro, o sea, no son malas personas, pero a veces sus bromas pueden ser... bueno, algo pesadas. Y no quiero que te estén molestando con comentarios que no van al caso. —Rafael hojeó un par de páginas más del libro de la teoría del color. Ya estaba harto de tantas fórmulas físicas. Era un poco molesto que no existiera una manera «real» de definirlo.

—Pero se portaron súper bien, fue extraño, hasta llegué a pensar que quizá eran demasiado amables. —Carlos rio nerviosamente. Rafael frunció las cejas.

—No sé qué decir al respecto. Fue extraño. —la mente del muchacho divagó al día anterior, al ver a Carlos interactuando tan naturalmente con el resto de los chicos. Y lo extrañamente apegado que se veía Chris. Aunque quizá solo eran ideas suyas.

El timbre del celular de Rafael los sobresaltó a ambos. Era un tono asignado, una canción con muchas guitarras rápidas. Definitivamente no era alguien de su familia. «Olivia» se leía en el identificador. Eso era extraño, ella no solía llamar, ¿Habría pasado algo? Vacilante, presionó el botón para contestar y lo llevó a su oído.

— ¿Bueno?

Fue lo único que pudo escuchar Carlos antes de que Rafael se levantara del piso y saliera por la puerta de la habitación. Él simplemente permaneció en la silla, oscilando de un lado a otro, concentrándose en la suavidad de los descansabrazos. Una pesadez desconocida se asentó en su estómago. Últimamente sentía distancia entre ellos. Cómo si tuviera que esperar turno para recibir atención de su mejor amigo; quién, siempre estaba con él, todo el tiempo, desde que tiene memoria.

Lentamente, rodó la silla de vuelta al escritorio, apoyando los codos sobre la superficie lisa. Cruzó los brazos y apoyó su cabeza entre ellos. ¿Y si Rafael estaba aburriéndose? Después de todo, no había muchas cosas que pudieran hacer, salvo pasar el rato juntos y disfrutar cosas que él pudiera tocar. Su espalda se sintió pesada, Carlos intentó alejar los sentimientos negativos. Tenía que calmarse, no estaba pasando nada malo, solo contestó una llamada. No tenía por qué preocuparse.

En cuanto escuchó el pomo de la puerta se incorporó, no quería contestar preguntas. A juzgar por el silencio de Rafael, dedujo que aún se encontraba al teléfono. Pudo sentir la mano de su mejor amigo sobre su hombro. Como si fuera una manera de pedirle un poco de paciencia; Carlos palmeó sus dedos sobre el dorso de la mano de Rafael, haciéndole saber que había entendido el mensaje.

Rafael se posicionó nuevamente en el suelo, esperando a que Olivia terminara de narrar su infalible plan. El chico de ojos azules solo se dedicaba a suspirar, abrumado. No quería cargar más presión sobre sí. La conversación que tuvo con Olie en la biblioteca bastó para que ella se asignara la tarea de ayudarle a Rafael a canalizar esos sentimientos.

Con Oídos para Ver y Ojos para EscucharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora