[COMPLETA] Una chica religiosa, tímida e inocente que cae en garras del pecador de su hermanastro...
Park jiMin, el chico que se encargó de humillarla en la preparatoria, y que se encargara de perturbar y pervertir la mente de la chica religiosa.
...
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— ¿Quién es tu dueño? —preguntó JiMin entre gruñidos, saque su miembro de mi boca para poder hablar.
—Park JiMin... —respondí en un susurro.
En un movimiento rápido, JiMin se levantó y se colocó detrás de mí, con aquella presión en mi pelvis que ya estaba comenzando a acostumbrarme a sentirla. JiMin bajo mi ropa interior dejándome de la parte de abajo al descubierto, abrió mis piernas y empujo levemente mi espalda para que me inclinara sobre el escritorio.
El miembro de JiMin me penetro con fuerza provocando que soltara un fuerte gemido. Con movimientos bruscos que me llenaban por completo llevándome a la locura enloquecí gimiendo como nunca. Tomo mi cabello trenzado entre la palma de su mano y lo jalo provocando que levantara la mirada.
—Quiero que reces —exclamó entre jadeos sin dejar de penetrarme.
Tratando de controlar mis gemidos para poder hablar, comencé a rezar aquello que siempre recitaba en mi cabeza cada vez que iba a la iglesia sin falta.
—Luz en la oscuridad —gimotee—. Bendice nuestras vidas, alumbra mi caminar —las embestidas comenzaron a ser más bruscas—. No me desampares, bendice a los pecadores. Enséñame a amarlos como tú lo haces. Enséñame a amar a todos esos pecadores carentes de fe...
En un movimiento rápido JiMin salió de mi interior y me giro. Me tomó por los muslos levantando mi cuerpo. Por acto reflejo enrede mis piernas en su cintura, su miembro volvió a entrar en mi zona embistiéndome con rudeza. La penetrante mirada de JiMin nunca abandono la mía, aquella mirada oscurecida llena de lujuria y deseo me excitaba tanto que no quería aceptarlo.
— ¿Qué es lo que soy yo? —preguntó con aquella voz ronca que me volvía completamente loca. Cerré mis ojos deleitándome en el embriagante vaivén de sus fuertes embestidas.
Tragué duro y tratando de acallar mis gemidos hablé.
—Un pecador...
— ¿Y en que te estoy convirtiendo? —embistió en seco y con fuerza.
