El ambiente atareado en el mercado hizo que Sofía chocara con un par de mujeres antes de alcanzar la entrada del almacén principal del pueblo.
―¡Buenos días! ―gritó al tendero, saludándolo con la mano.
El canoso hombre levantó la mirada. Le sonrió, aceptando a su vez el pago de la mujer que acababa de comprarle listones para el cabello.
―Buenas tardes, doña Sofía. ―El tendero se frotó las manos y se abrió camino hacia ella por entre los sacos de grano―. ¿Le puedo ayudar en algo?
―La hija de una amiga de mi madre ha dado a luz y me pidió que comprara material para terminarle un vestido.
―Oh, escuché la buena noticia. Por favor, envíele mis parabienes. ―Señaló con los brazos los cajones de la derecha―. Están por aquí.
Con un asentimiento, Sofía lo siguió. Le tomó varios minutos decidirse, pero pasado el tiempo tuvo en su mano, envueltos por una cinta, los hilos y el algodón que su madre le había encargado y algunos encajes preciosos. Los guardó en el bolso.
Afuera la esperaba Elena. Sacudía el abanico en su rostro, buscando alivio al calor de la tarde. Del hombro le colgaba una sombrilla blanca que combinaba con el brocado en su falda amarilla.
―Es un día espléndido, aunque caluroso ―comentó Elena al echarse a andar―. Me trae recuerdos de los días de campo en la propiedad de mi abuela.
―¿Cuál de las dos? ―Sofía se llevó un mechón suelto detrás de la oreja―. Tenía dos, ¿no es así?
―Sí. La casona es mía. Vivió allí hasta que ella y mi abuelo decidieron mudarse a San Juan. La otra propiedad es una hacienda de cacao que quedó bajo el cuidado del capataz tras la mudanza.
―¿Esa quién la heredó? ―inquirió con desdén―. ¿Tu hermano del que nunca hablaste?
Elena suspiró, tomándose un instante para ordenar en su mente una respuesta.
―Ya te expliqué la situación. Cuando mi hermano se volvió, bueno, ya sabes...mi padre me exigió que no hablara de él. ―Su rostro se comprimió por la preocupación―. Por favor, no me juzgues. De por sí fue una época complicada para mí.
―No te juzgo, e incluso lo entiendo, pero eso no minimiza que sea un mamarracho ―Sofía se arrepintió de su abrupto en cuanto notó como Elena comenzó a temblar. La conocía tan bien que estaba segura de lo que le preocupaba: que denunciara a su hermano con la guardia.
―Estoy convencida de que no sabía que ibas en ese barco ―la dulzura y preocupación de sus palabras hizo brillar sus ojos avellana―. De ser así no los hubiera abordado. Sabe que eres mi amiga.
Sofía encarceló sus palabras en la garganta. No había querido decirle que su hermano pirata le confesó a la cara que había venido al pueblo por ella, y tampoco quiso vomitar sus sospechas de que él trabajaba con Bernardo. El cariño y fe que le tenía no le permitía comprender la realidad de que su hermano era un mezquino mamarracho arrogante.
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El arribo del corsario (Valle de Lagos 1)
Historical Fiction«Valle de Lagos es la cárcel de los aventureros y de las almas que quieren sanar, y dos almas perdidas están a punto de encontrarse.» Primera parte de la bilogía «Valle de Lagos». Lizbeth López, 2021. Portada realizada por @megan_herzart