Capitulo número 4

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Las apuestas son ese tipo de veneno que infectan al alma, corazón y mente. Los humanos somos débiles a este tipo de acciones, no solo porque hay dinero o algún tipo de bien en el medio, sino también porque buscamos demostrar que tenemos razón en esto; porque estamos en lo cierto o, que en ultimas, podemos hacer cierta acción.

Otras personas no sufren de esto, sino que se han enfermado con la idea de poder ganar gran cantidad de dinero dejando que la suerte, las probabilidades y el destino influyan en esto. Hay quienes pierden su vida porque no tienen como pagar la deuda, no tienen como mirar a la cara a quienes confiaron en ellos, en aquellos que depositaron su fe y están tan enfermos que van perdiendo cada capacidad personal.

—¿Vas a apostar o no?

La pregunta retumba en mis oídos mientras miro a los ojos a Camilo. No puedo perder la vida, ya estoy muerto, los vicios son completamente pagados por la empresa; pero no puedo volver a esto. Ya sacrifiqué demasiado en mi vida por estas tonterías que se me hace absurdo andar haciendo esto.

—¿Recuérdame cuanto vamos a apostar?

—Dos semanas sin descansos cubriendo a la otra persona, es decir...

—Ocho días de vacaciones. —Sergio se une a la conversación mientras me toca el hombro—. Que sean doce días libres. ¿Están apostando sobre los niños?

—En efecto mi querido camarada.

Camilo responde, yo, por otro lado, agarro un cigarro y me lo meto a la boca mientras lo prendo. Sergio es de esos chicos que me preocupa cómo llegaron acá. Le toca tener una bufanda de arriba abajo para no incomodar a ninguna persona mientras trabajamos. Su marca está en el cuello; él es de los pocos que se han quitado la vida que acepta como lo hizo: Cuerda.

Su mirada cálida y llena de "¿vida?", con sus ojos verdes, junto a su sonrisa reluciente siempre ha sido una envidia a muchos de los muertos que están acá. No comprenden como un chico, no mayor a los diecisiete, tuvo la capacidad de decisión de quitarse la vida por falsas calumnias bajo su nombre.

Una mujer lo señaló de violador sin pruebas; nadie lo defendió. Su familia lo odiaba por eso. La presión de redes sociales, donde todos le dieron la espalda, hizo que tomara esta decisión. Una que lo atormenta todavía. No es capaz de tomar casos sobre suicidios. Aún no sabe cómo perdonarse, por ende, no sabe cómo ayudar a los demás iguales a él.

Eso ya fue hace un año, sin dudarlo tomó el trabajo. Quería curarse y perdonar sus propios pecados antes de decidir si continuar al descanso o arriesgarse a un boleto por una última oportunidad. Doce meses, eso aún le faltaban para poder comenzar a tomar las sesiones, donde le tocaba reunirse con varias entidades para ayudar a sanar ese dolor que no se le quitaba.

Alguien me empuja en mi silla. Volví a perderme en mis pensamientos, veo a los ojos de Sergio, su mirada denotaba preocupación, pero él sabía, al igual que yo, que esto era un proceso difícil. Uno donde nosotros dos estábamos incomodos.

—Alex, entonces, ¿te vas a unir? Es una apuesta bastante tentadora. —Camilo vuelve a preguntar.

—Sigo diciendo que esos niños fueron llevados a un culto, no hay forma que Alex se haya equivocado en un papeleo tan importante. —Sergio por su lado me defiende.

—Que va, ese perro siempre anda distraído, ¿no lo estás viendo ahora? —Camilo, por su lado, le responde a la primicia del chico de ojos verdes.

Una sonrisa se marca en mi rostro, una que realmente no es falsa. Estos dos, son las personas que más cercanas tengo en el trabajo. Un Friki que decidió quedarse ayudando a personas, tal como lo hacía en su vida terrenal, sin esperar nada a cambio. Un chico que busca sanarse mientras sana a otros. Por otro lado, estoy yo, una persona que aún no entiende muchas de las razones de porqué tomó sus decisiones y no está seguro si merece su propio perdón.

Línea de llamadas para muertos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora