Capítulo número 17

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El tiempo a veces es algo curioso. Cuando quieres que pase lento, pasa absurdamente rápido y cuando quieres que pase de manera fugaz parece como si fuera una tortuga. Incluso en este lugar, fuera del plano mortal, el tiempo sigue existiendo. Sigue siendo una parte de nosotros que no hemos podido dejar a un lado. Siempre me ha traído esa duda, ¿él es una existencia que siempre nos acompañará? ¿Es acaso una existencia que incluso los grandes dioses no han podido dominar? Todos nacimos en algún momento, incluso aquellos que se proclaman atemporales, y todos seremos devorados por el fin en algún momento.

Nadie puede escapar del final de la existencia. Un final que algún día llegará a nosotros. Pero eso no es algo que yo deba pensar ahora. No es algo que me perturbe. Esta segunda vida tendrá un final, puede que se sienta mucho más largo que la estadía en el plano mortal, pero al final, como todo, en algún momento se acabará.

¿Nunca lo has pensado querida persona que me ha acompañado? Puede que mi vida se haya acabado, puede que la mayoría de acciones que haya hecho me ha traído hasta este punto exacto de la vida, uno en donde voy a conocer a la misma persona que acabó con la vida de mi querido hermano. Uno donde todas las dudas serán resultas. Una donde la verdad podrá llegar a mí. Una que incluso el tiempo no va a poder arrebatarme. Una donde juraré con mi alma aceptar, sea cual sea.

El celular vibra. Veo la hora, 11:20. Diez minutos faltan para que aquellos dos lleguen. Pongo la mano en aquella puerta que parece una boca, me lame la mano y se abre ante mí. La vista es algo graciosa. Al igual que la última vez que me encontré con él aquí, las mesas cercanas a Lincer están vacías. Las almas están hablando en voz baja, haciendo que solo se pueda entender un mero murmullo.

Sin ganas comienzo a caminar hasta la mesa donde se encuentra el pelinegro sentado tomándose alguna bebida que no logro distinguir. No nota mi presencia, incluso cuando muevo la silla, con la que hago ruido, y me siento frente a él.

—Ujum.

Es el único ruido que hace el chico, cuando me doy cuenta, tiene los audífonos puestos. Debe estar hablando con alguien. Me quedo observando a aquel chico de ojos azules. Sus facciones siguen siendo igual de angelicales que siempre. Bien definidas. Siento que me puedo quedar mirándolo por siempre y no me aburriría de observar aquel rostro. Sube su mirada hacia mí. Nuestros ojos hacen contacto. Unos con hermosas pestañas que harían que más de una chica se sintiera envidiosa. Aquellos ojos que parecen una tormenta eléctrica. Alza su mano derecha, haciendo un gesto de que le dé un minuto. Yo solo sonrío y le asiento con la cabeza.

—Sí pendejo, llega rápido. Ya Alexander llegó. —Me devuelve la sonrisa—. Si, ya sé que te perdiste devolviéndote del baño. Dudo que sea tan difícil. Pareces protagonista de los animes que tanto te gustan. —Silencio—. Sí, sí, como sea, apúrate.

Agarra el celular que tenía al lado de la extraña bebida de color rosado. Se quita los audífonos y me mira nuevamente, yo aparto la mirada a aquel líquido.

—Hola Lincer. —Le dedico un saludo mientras observo aquel vaso.

—Alex, ¿qué tal estos días de descanso? —me pregunta antes de darle un sorbo a aquel líquido y hace una cara de disgusto—. ¿Cómo se puede tomar esto?

—Bien, aunque han parecido una tortura en la soledad y no tener en que gastar el tiempo.

—¿No te has dedicado ni a leer un libro? —Aunque se notó que no le gustó, le dio otro sorbo—. No le digas que he tomado.

—¿Puedo preguntar qué es?

—Una malteada de fresa con extra azúcar.

—¿Por qué tiene extra azúcar? —Se ríe ante mi pregunta por la cara de disgusto que hice.

Línea de llamadas para muertos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora