Capítulo número 9

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Abro los ojos. No sé qué hora es, tampoco sé cómo llegué, pero estoy en mi habitación. Los posters de música de los dos mil dejan en claro que si es mi cuarto. Me siento en la cama y escupo al suelo: Rojo con negro. Odio este segundo pecado. No solo mi muerte, sino también mis pecados cometidos en este lugar.

Me veo al espejo, solo veo a una persona demacrada que dice ser yo, ni siquiera estoy seguro como luzco de verdad y si a ojos de los demás soy el que está en el espejo, pero tampoco es que me importe. Creo que necesito hacer algo de catarsis y no es justo con ustedes que me están acompañando y no sepan las verdades que he escondido.

Es momento que les cuente de mis cadenas, donde están. Sí, no puedo seguirles mintiendo con esta información. Ya nos llevamos conociendo un par de horas ¿no? Que tanto es presentarles algo que había escondido de mí y de ustedes. Algo que debo aceptar para seguir adelante. Ambas están en mis muñecas, pero no, mi muerte no fue un suicidio, tengo un problema y es que no estoy seguro de cómo morí realmente. Es algo borroso y con el tiempo solo se ha vuelto más complejo recordar como llegué a este lado.

Ustedes dirán: Alex, puedes buscar tu propio archivo y mirar la causa de la muerte. Es gracioso, mi carpeta está bloqueada. No tengo acceso a ella. Pero estoy seguro que mi muerte tuvo que ver con la de mi hermano y un par de malas decisiones que tomé a lo largo de mi vida mortal. Lo gracioso es que el recuerdo de mi pequeño ángel me persigue por lo largo de los años, pero aun así he mantenido su existencia aparte de mí.

Saco un cigarro, abro la ventana y me asomo por ella mientras veo los vehículos de seres y almas pasando, lo enciendo y le doy una calada.

Sí, mi hermano. Yo morí cerca de mis treinta y él podía tener unos dieciséis cuando murió. La muerte de él fue algo que pude frenar si me hubiera dado cuenta antes. Él era un drogadicto. Sí, una corta edad para centrarse en vicios, pero fue su escape a las críticas de mi madre. Yo trabajaba de contador, graduado con honores de la universidad, mientras él quería ser un artista. Tuve que apoyarlo cuando dijo que quería ser músico, y ustedes entenderán que eso en una familia de Latinoamérica no es tomado de buena forma.

Suelto el humo, dejando salir un pequeño quejido de dolor.

Debí apoyar sus sueños de ser músico y no dejar que se refugiara en la droga. Aún recuerdo él día de su muerte. Llevaba sobrio dos meses, pero le debía un dinero a uno de los jibaros del barrio de mi madre. Ese día él me iba a pedir dinero prestado para pagarle a aquel sujeto —me había explicado las cosas y realmente quería ayudarlo—, pero fue apuñalado varias veces cuando estaba saliendo de mi edificio. Debí darme cuenta que necesitaba acompañarlo. Debí fijarme que iba a estar bien.

No fue tu culpa.

Sí, sí lo fue, y mis muñecas lo prueban. Estoy atado a un peso asqueroso que no logro soltar. Estoy atrapado y hundiéndome lentamente mientras todo cae. Quisiera creer que me suicidé, que por eso mismo fui aceptado en trabajar en la línea de los muertos, pero ni siquiera estoy seguro si yo hubiera tenido los huevos de quitarme mi propia vida.

Ring

Ring

Ring

La alarma que me avisa que ya es hora de salir de este hueco e irme a trabajar. Mantener la mente ocupada. Entre otras cosas, como avisarles a los cazadores sobre la información que conseguí en aquel pub.

No, no soy alguien indicado para salvar almas, cuando ni siquiera doy para salvarme a mí mismo. No puedo seguir aceptando llamadas sobre personas que necesitan ayuda cuando ni siquiera yo mismo puedo sanarme. Soy una estrella a punto de apagarse, y la verdad es que no me importa decaer por completo. Ya toqué una vez fondo, que tanto es volverlo a hacer, ¿no lo creen?

Línea de llamadas para muertos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora