Capítulo 6

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Enrique entró corriendo en el centro de enlace con el gigantesco satélite LASERCOM lanzado especialmente para intentar comunicarse con la nave Bussard.

-¿Qué ocurre?-preguntó mientras se apoyaba en un escritorio, medio ahogado.

-Hemos recibido una señal.

-¿Qué dice?-preguntó, con un renovado interés y con su crisis asmática ya superada.

-Nada, parece ser que es… ruido… Muy similar al primer mensaje que nos envían nuestros satélites justo después de ser desplegados, algo así como un “listo para recibir”.

-¿El equipo está listo para emitir el mensaje?

-Sí… Todo parece estar listo y el equipo ha terminado de añadir cosas al mensaje de las Voyager… Estamos introduciendo una serie de unidades y valores que sean apreciables y medibles por ellos, para intentar una comunicación menos limitada…

-No entiendo nada de eso-dijo Enrique-, tan solo aseguraos de mandarlo… Y de que nos puedan recibir…

-Eso está hecho, señor, hemos programado el LASERCOM para transmitir en 24 horas, cuando los capacitadores estén recargados.

-Mientras tanto, -y puso una memoria USB sobre el escritorio del operador- transmite esto a la Prometheus Réquiem.

Prometheus Réquiem

-John, acabo de recibir un mensaje de parte del Mariscal Gómez. Prioridad 1.

-Está bien, Herbie, pásamelo.

Enrique Gómez apareció en la pantalla de su ordenador.

“Hola John, Lynda… Y la pequeña Myrcella. Hola a los tres… Y cuando empezó la misión, Lynda, tú me reprochabas haber metido víveres de sobra, ¿eh? Bien, a lo que iba, a disculparme… Hace dos días, con la verificación final de partida, envié cierta orden a Herbie… no tuvo más remedio que cumplirla. No os dirigís a la Tierra… No aún, y tampoco habéis dejado todo el combustible que no necesitabais a las naves de descenso… Es más, habéis cogido un poco.

Vais a sufrir un retraso de 3 meses en vuestra llegada… necesito que hagáis un último favor por mí. Después de eso, podréis retiraros, con toda vuestra vida a cuenta del Estado… Ahora, necesito que hagáis otra paradita y desviéis cierta molesta roca que tiene un rumbo no deseado… Herbie os enviará toda la información y… Oh, sí, el viaje no será en balde, estoy enviando un paquete de datos bastante amplio… Incluye más o menos todas las cosas importantes que han sucedido desde que no pude tener libre acceso al satélite fantasma… De nuevo me vuelvo a disculpar, pero sois los únicos que podéis llegar a tiempo.”

John pegó un puñetazo contra una de las paredes de su cuarto, haciendo que Lynda entrara corriendo alarmada.

-¿Qué pasa?

-Nos la ha vuelto a jugar, Lynda... Primero nos apagó a Herbie, y ahora nos hace dar un rodeo de tres meses… ¿Cómo lo aceptaste, Herbie? Sabes que la soledad está pudiendo con nosotros.

-Lo siento, John. Enrique expuso una serie de consecuencias de ignorar su orden que no pude pasar por alto…

-¿Qué es más importante que nuestra salud?

-La salud de ocho mil quinientos millones. Esa roca de la que hablaba va directa a la Tierra.

A menos de un mes-luz de la Tierra.

La imponente capitana estaba sentada en un macizo sillón, frente a ella, a través de una gruesa ventana, la inmensidad del cosmos se desplegaba… Y un punto de luz se iba haciendo cada vez mayor.

Desde la detección de la primera señal y este momento, para ella no había pasado más de una semana debido a la velocidad a la que viajaban. Desde entonces, su cerebro no paró de rebullir entre sus avanzados conocimientos de física avanzada (que harían parecer a Stephen Hawking un bebé de teta), buscando una manera de acortar distancias… Finalmente, a los tres días, se le ocurrió un plan genial.

Los detalles del plan son demasiado confusos casi para todos los miembros de la reducida tripulación de 30 personas, pero entre ella, su ingeniero jefe y su científico de mayor intelecto, consiguen arreglar de forma muy burda y a expensas de muchos sistemas poco importantes, dos sistemas claves para un funcionamiento limitado: el impulsor cuántico y el desacelerador relativista.

De esta forma, en menos de una hora, la nave se pararía casi completamente, agotando gran parte de las reservas energéticas.

Cuando los innovadores desaceleradores se iniciaron toda la nave vibró y la gravedad quedó completamente trastocada, el arriba se convirtió en abajo y la nave comenzó a frenar, hasta que en el lapso de 45 minutos, la velocidad era apenas superior a la necesaria para escapar del siniestro sistema solar al que se aproximaba.

Entonces, capitana preparó la segunda y más arriesgada parte de su plan: un salto ciego.

-Preparen coordenadas: intenten ponernos lo más cerca posible del planeta emisor de la señal. La atmósfera acabará de frenarnos.

Y la singular nave abrió un boquete en el espacio, una cosa que no debería existir según la física, y desapreció en el.

3 horas después, las alarmas saltaban en todos los búnkeres, estaciones y silos de misiles en o alrededor de la Tierra: Objeto no identificado entrando en la atmósfera.

La Jaula de EinsteinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora