Capítulo 12: The Beginning of the End

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8 años antes.

Los movimientos de armas a través de las inestables fronteras entre el primer y segundo mundo se incrementan, los países más poderosos intentan aumentar aún más su influencia sobre los pequeños. Pequeños ajustes, pequeños toques aquí y allá, como en un mecanismo de relojería. El punto de inflexión está a menos de una década en el futuro, hay que tenerlo todo listo entonces.

Enrique trabajaba sin tregua, preparando todos los detalles de la misión que cambiará para siempre el destino de la humanidad, la Prometheus Réquiem no es más que un proyecto en construcción de la ESA, que recibe algunas inversiones repentinas e inesperadas por parte de la Unión Europea.

Enrique no tiene más que ese cometido, preparar la misión, al menos, oficialmente.

Estaba terminando de enviar un mensaje a su mejor agente, su mejor compañera, su ya ex-mujer.

Al otro lado del mundo, en la sede de la ONU, Olga seguía trabajando en secreto para él, usando su habilidad única para dar pequeños toques aquí y allá, cambiar sutilmente la postura de algún representante en aspectos de lo más pintorescos y poco provechosos a medio y corto plazo.

"Pequeños caprichos dedicados a subir un poco el sentimiento de orgullo nacional en su país, dejémosles", piensan los demás delegados.

"Es una forma de que mi país obtenga un beneficio a largo plazo", pensaba el representante.

"Sólo sois marionetas", pensaba Olga.

Poco a poco, pequeños movimientos, una bajada en el precio de exportación, una bajada del impuesto de paso en las aduanas, cosas destinadas a aumentar en algo el orgullo patriótico de la gente, pero no el nivel de patriotismo nacional, o el local, sino el nivel de patriotismo global.

Al mismo tiempo, Olga hacía pequeños y sutiles movimientos en el ámbito militar, cambiando en ciertos aspectos y muy sutilmente, la postura de ciertos generales sobre cierto temas. Esa sería su misión, ir aumentando el clima de crispación entre los líderes nacionales y de organizaciones internacionales como la OTAN, aumentar la tensión, subir un poco la temperatura de la olla a presión, pero dejar la cocina encendida a fuego lento.

En la actualidad.

Enrique repasaba los detalles del protocolo desarrollado por él mismo y otros seis miembros del alto mando euro-ruso. Un encendedor que haría arder la mecha de la desconfianza, que haría desembocar las pequeñas hostilidades que se habían dado en los últimos años en la situación que necesitaban, poner al mundo al borde de un conflicto internacional a gran escala para desviar la atención del gran problema que se gestó con el primer contacto, necesitaba que la atención se desviara del tema el tiempo suficiente, necesitaba que los países atrincheraran sus bases militares, necesitaba que la producción de armamento se dispararse, que la gente no se sintiera segura en las ciudades, que los civiles compraran armas, provisiones.

Necesitaba que el mundo estuviera preparado.

Lo que había pasado hasta ahora no era más que un juego.

Mientras tanto, el AER-34 despegaba de la rampa de lanzamiento del CLE, con Enrique a bordo.

No era un vuelo normal, posiblemente fuera de los últimos vuelos. Junto a Enrique, viajaban 20 toneladas de carga.

15 minutos después, Enrique se encontraba en órbita, flotando, ingrávido, observando por una ventana a la Surveyor 1.

Con un nuevo capitán y una nueva tripulación, cargada hasta los topes de personas y provisiones, estaba a punto de partir.

"Es la penúltima", pensó Enrique. "Esta y otra, y nada más. Nadie más".

Un escalofrío le recorrió la espina dorsal mientras sus pensamientos se tornaban cada vez más oscuros, volviendo la vista hacia el terrible futuro.

La Surveyor pasó a velocidades hiperespaciales.

Una alarma sonó en el avión. Enrique y los dos pilotos se dirigieron a las cápsulas de descenso. El avión no regresaría.

Un minuto después de que la cápsula se separara, Enrique vió sobre él el brillo de los motores combinados y echó un rápido vistazo a sus cálculos.

"EL combustible que queda en los motores normales debería ser suficiente para que alcanzara velocidad de escape. A partir de ahí, en cuanto entre en órbita Solar, comenzará a frenar con los VASIMIR. En 28 días llegará a la altitud de detonación."

Seguidamente, Enrique comenzó a impartir una serie de órdenes a su ordenador personal.

<INICIAR PROTOCOLO DISPERSIÓN>

>CONFIRMADO. IMPARTIENDO ÓRDENES A EJÉRCITOS NACIONALES Y A LA ARMADA DE LA UNIÓN. INICIANDO DISPERSIÓN DE CABEZAS NUCLEARES Y A.E.R. MILITARIZADOS. ENVIANDO ÓRDENES A LAS BOLSAS MUNDIALES.<

Enrique se resignó. Su trabajo había terminado. Había hecho todo lo que había podido por impedir este momento, pero no había sido posible.

Aún quedaba mucho por hacer en el futuro, aún quedan meses hasta que llegara el día, pero no podía retrasarlo más. Tenía que despedir a su hija, tenía que alertar a la Aurora, y a los dos ARCAS, tenía que hacer todo eso, tenía que admitir su fracaso.

Nadie le había encomendado esa misión más que él mismo, aún así, no sólo se había fallado a sí mismo, se había fallado a él, a su hija, a su mujer y a las otras ocho mil millones de personas que vivían en la Tierra.

Aún así, no podía darse por vencido, aún quedaba una oportunidad, y Enrique la aprovecharía.

Debía hacerlo.


Enrique reflexionó sobre su vida, sobre sus logros, su felicidad, mientras tanto, la cápsula Dragon, envuelta en llamas, regresaba a la Tierra.

La Jaula de EinsteinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora