Andrea llegó a su pequeño apartamento, dejó las cosas en el recibidor e inmediatamente se fue al sofá, se recostó y antes de que pudiera pensar en nada, volvió a levantarse y se sirvió un vaso de whisky del mueble-bar… Quizás fuera la última oportunidad de su vida de relajarse… Las cosas podrían ponerse feas en cualquier momento… Muy feas.
No pudo alejar su mente de aquella visión tan común y a la vez tan extraña… Era humana, tan humana como yo, como mamá o como Javi… todo lo demás en aquel entorno era completamente ajeno a ella, aunque se asemejaba levemente a algo que recordaba haber visto en un libro de historia… Aunque no recordaba cual.
Un instante después, su teléfono sonaba. Era su padre. No habían tenido una conversación de verdad desde el día de la casi-guerra nuclear.
Andrea no contestó, se recostó aún más en el sofá… Había olvidado que desde su despacho, su padre podía descolgar un teléfono a distancia.
“Andrea, sé que estás ahí… No hace falta que respondas, tranquila…
Necesito que hagas una cosa por mí, una última cosa. Mañana a las 9 de la mañana, hangar número 3 del CLE, por favor, por favor, ven, tu madre y yo te necesitamos más que nunca.
Por cierto, tráete a Javi.”
Su padre colgó y Andrea se abrazó a un cojín y se quedó dormida.
Mientras tanto, al otro lado del teléfono, su padre volaba en un jet de alta velocidad hacia las Azores.
Cuando llegó, en el Dédalo estaban introduciendo la titánica nave en el interior de su superestructura, para poder proceder a abrirla y comprobar si había supervivientes… La nave había realizado una suave reentrada en la atmósfera y se aproximaba hacia su lugar de descenso a una velocidad más o menos baja… Cuando perdió impulso y se precipitó a plomo contra el océano.
Los mejores especialistas en psicología y lingüística estaban llegando también al Dédalo, preparados para intentar hablar con los supervivientes o, al menos, entrar en sus archivos.
Enrique se imaginó el potencial que representaba esa nave y se le hizo la boca agua…
Por fin, el avión llegó al punto de recogida (los hiperjets necesitaban una pista mucho más grande que la del Dédalo para aterrizar) y soltó la capsula de salvamento en la que Enrique estaba.
Tras un descenso algo turbulento, la cápsula desplegó su paracaídas y cayó cerca del Dédalo.
Enrique subió a bordo 30 minutos después, a tiempo de ver como se intentaba abrir la escotilla del vehículo… Cuando iban a encender la taladradora de diamante, la puerta se activó y comenzó a replegarse hacia el interior.
Todo el mundo se puso entonces sus bio-trajes y los militares se pusieron rápidamente en formación apuntando a la escotilla abierta…
La mujer que Enrique ya había visto en la transmisión salió lentamente de la nave, haciendo un ademán universal de “no voy armada”, las manos en alto. Tenía diversas magulladuras. Tras ella, un hombre ayudaba a otro a salir de la nave. Tenía rotas ambas piernas.
Inmediatamente, uno de los diversos especialistas en lenguaje, se adelantó… Mediante ideogramas (en cartulinas que no paraba de pasar en busca de la adecuada) y gestos muy simples, consiguió convencer a la mujer (que obviamente era la que estaba al mando) de que fueran al pabellón de aislamiento.
Enrique, mientras miraba esto, solo pudo pensar en na sola cosa: ojalá Olga estuviera aquí, ella podría hacer la comunicación mucho más rápida… y en ese momento decidió llamarla.
3 horas después, Olga bajaba de un avión sobre la cubierta del portaaviones.
“Céntrate, Olga, es muy sencillo”-pensó. “Este es el día que llevas esperando toda tu vida, el día en que puedas hacer algo con eso, algo que nadie más pueda hacer… Hoy es tu día… Y solo puedes celebrarlo con una persona”.
Se dirigió al pabellón de aislamiento en calidad de delegada del parlamento europeo y se concentró en la mujer… Tenía un porte atlético, con un aire innegable de líder y se deslizaba en la delgada línea entre la feminidad y la musculosidad. Olga sintió envidia de su cuerpo…
Inmediatamente sintió una sensación de triunfo, y supo que había conseguido proyectar sus pensamientos hacia ella y esa sensación de triunfo era la respuesta.
Olga hizo una búsqueda exhaustiva en la mente de la enigmática mujer, buscando una cosa muy significativa: hostilidad. Todo lo que pudo encontrar era miedo… pero no miedo hacia nosotros, era algo más….
De repente sintió algo que solo había experimentado con una persona en toda su vida: su abuela. Un contacto.
Olga empezó a agobiarse ya a buscar alrededor en busca de alguien que poseyera su habilidad… No encontró a nadie… Hasta que enfocó su mirada en la capitana… Su asombro no pudo ser mayor. ¡La comunicación iba a ser muchísimo más rápida!
Y entonces, consiguió ver la causa oculta del terror en la mente de la mujer…
Enrique entró en la sala de aislamiento corriendo. Su mujer, acurrucada en el suelo, gritaba y sollozaba, los científicos estaban a una notable distancia, con miedo a acercarse a ella.
Rápidamente, y como ella le enseñó hace mucho tiempo, despejó su mente, concentrándose solamente en la idea de ella, llamándola, fingiendo estar en apuros… E inmediatamente, ella salió de su trance, se volvió hacia él confusa… Finalmente, su cara se relajó y sus labios se curvaron en una de sus celestiales sonrisas.
Enrique se relajó también… E inmediatamente comenzó una de sus conversaciones-sin-hablar con ella para averiguar qué pasaba… En ese momento se dio cuenta de algo, algo que le heló la sangre, un escalofrío recorrió su columna. Había alguien escuchando.
Las cosas a partir de ese momento, sucedieron muy deprisa. La mujer, gracias a los lingüistas, comenzó pronto a dominar nuestro lenguaje…. En aquellas sesiones, Olga siempre se encontraba presente.
Finalmente, tras dos largos meses de aprendizaje, repetición y muchos intentos fallidos, la mujer pudo articular una frase entera.
-¿Dónde estoy?
Inmediatamente, antes de que ningún lingüista pudiera contestar, telepáticamente, Olga respondió con un flujo de ideas, imágenes, una conexión de banda ancha mente-a-mente.
Lo único que Olga pudo recibir como respuesta fue incomprensión. Todo lo que ella le había mostrado, el planeta, las islas, el portaaviones donde estaban, no significaba nada para ella…
Olga decidió tomar otra vía, al mismo tiempo que los lingüistas se esforzaban por contestar a la capitana algo que ella pudiera entender.
Olga intentó trasmitirle el equivalente a un “¿De dónde vienes?”.
Inmediatamente, la mujer envió como respuesta una serie de imágenes de un planeta tan extraño para Olga como para la capitana era la Tierra, de una ciudad, una calle, una casa… Y una familia.
Olga no se atrevió a pensar en la posibilidad de que la capitana nunca volviera a ver a ninguno de ellos.
La capitana percibió esto, y como respuesta envió otra serie de imágenes.
Su ciudad, siendo arrasada por unos extraños planeadores, su planeta completamente sitiado y bombardeado, su nave, escapando… Y finalmente, un ideograma, un dibujo mental. La tierra, en el centro, con sus continentes, tomados de la imagen mental de Olga, a lo lejos, muy a lo lejos, un punto rojo, se acercaba, lentamente, pero se acercaba. La capitana intentó enviarle una imagen del punto rojo. Era una de las naves que sitiaban el planeta.
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La Jaula de Einstein
Ciencia Ficción"La Tierra es la cuna de la humanidad, pero no se puede vivir en la cuna para siempre". -Konstantín Tsiolkovski La Pro...