MOROHA Y LA PERLA NEGRA - CAPITULO 4

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La pelinegra sin saber qué hacer observa un poco temerosa al híbrido de cabellos plateados quien le fulminaba con la mirada. Llego tan rápido hasta ella que no pudo ni siquiera parpadear; todo fue demasiado rápido. Ambos se miran fijamente a los ojos. La pequeña shihanyo traga saliva preocupada por imaginarse lo peor, pero por alguna razón tenía la esperanza en que él, en algún momento, podría reaccionar, aunque, no sabía si en realidad lograría reconocerla. Han pasado catorce largos años desde la última vez que la vio, ¿Será posible que pueda reconocer a su propia hija que vio por última vez a los pocos meses de haber nacido?

El hanyo mira a la pequeña pelinegra detenidamente, su parte demoníaca lo hacía desear tomarla del cuello y desgarrarla sin piedad, pero había algo que lo detenía, ¿Por qué no podía hacerlo? ¿Qué era esa sensación que le impedía hacerle daño a la pelinegra? Su aroma... algo en su aroma no lo dejaba tener en claro lo que debería hacer. ¿Qué era? Inevitablemente algo dentro de él luchaba por salir, pero su parte demoníaca no se lo permitía. Esa parte oscura y maligna le estaba consumiendo lo poco que le quedaba de humanidad consciente en su interior. De repente, la imagen de aquella mujer sonriendo vuelve a aparecer en el rostro de la pelinegra. ¿Por qué volvió a aparecer su imagen en esa niña? ¿Quién era esa pequeña? ¿Por qué le recuerda tanto a aquella mujer? ¿Qué relación las une? Varias imágenes de aquella mujer aparecen en su mente como ráfagas, para después de un momento a otro recordar claramente sus últimas palabras:

Inuyasha, te amo.

Un completo caos invade la mente del peli-plateado. Aterrorizado por recordar aquel terrible suceso, da un fuerte grito para así tomar desprevenidamente a la shihanyo del cuello para después elevarla sin piedad, impidiéndole tocar el suelo. Las gemelas aterradas ante aquel terrible acto gritan con fuerza su nombre, pero ninguna es capaz de moverse de su sitio temiendo lo peor. ¿En realidad tiene pensado de matarla? ¿Qué debían hacer? ¿Cómo podían ayudarla?

—¡¡¡¡Moroha!!!!

A unos cuantos kilómetros de ahí, el demonio albino y el pequeño demonio verde seguían avanzando atravesando la densa niebla que ha vuelto a dominar. La energía de la Tessaiga se hacía cada vez más fuerte en esa dirección. No faltaba mucho para llegar hasta el lugar donde se encontraba. La pregunta es: ¿Por qué se encontraba activada? ¿A caso alguien la tenía en su poder? ¿Alguien le había arrebatado la espada al hanyo? Pero, ¿Quién? Es imposible que haya sucedido tal cosa. Varias dudas tienen intranquilo al albino, no tenía previsto que algo así podría sucederle a aquella pareja estando en un lugar tan pacifico como este, donde descansan los restos de los demonios. El fuerte grito del hanyo avisa a ambos que debían darse prisa en encontrar la espada ya que es posible que el campo espiritual que lo mantiene encerrado no dure más de lo esperado.

—Amo Sesshomaru, — le llama su sirviente — me preocupan la ama Towa y la ama Setsuna. ¿Qué tal si el incompetente de Inuyasha les hace algo? — dice preocupado imaginándose lo peor, ya que sabe claramente las barbaridades que podría llegar a hacer el hanyo en ese estado.

—Eso no pasará — le asegura el albino sin prestarle demasiada atención a ello. Él sabía perfectamente que sus hijas podían defender sin ningún problema, ellas son hábiles. Además, si algo así sucediera podría llegar rápidamente a su rescate. —Tessaiga está muy cercas. Puedo sentir su energía en esta zona.

—Si, amo — dice al momento de apresurar el paso — Aunque... esta maldita niebla nos estorba la vista. ¿Por qué siempre es así aq-? ¡Ay! — de repente el albino se detiene y el pequeño demonio verde choca contra su pierna haciéndolo callar —¿Sucede algo, amo bonito?

Moroha y La Perla NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora