MOROHA Y LA PERLA NEGRA - CAPÍTULO 12

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Apresuradamente el hanyo y su hija shihanyo atraviesan el bosque de regreso a la aldea para reunirse con la mujer pelinegra. La amenaza que se aproximaba era algo que no esperaban que tendrían como recibimiento al regresar a su mundo. ¿Por qué un ejército de demonios se estaba aproximando a la aldea? ¿Quién los había enviado? Esto no le agradaba para nada al peli-plateado. Aunque su principal preocupación era en realidad, despertar lo antes posible a su amada, pero ahora que esos demonios se aproximaban se la estaba viendo complicado. Tendrá que unir fuerzas con su hermano mayor para poder derrotar a ese centenar de demonios lo más rápido posible. También en estos momentos sería de mucha ayuda las habilidades de sus amigos. ¿Dónde diablos se encontraban el monje, la exterminadora y el pequeño zorro mágico?

La pequeña pelinegra mira de reojo hacia atrás, comprobado que los demonios aún se encontraban alejados. Se había enfrentado hace unos momentos atrás con algunos de ellos: eran demasiados débiles. Fácilmente podrán derrotarlos. Pero de igual manera, para ello necesitará de toda su energía para vencerlos, por ello, mirando aun con desaprobación aquella extraña planta medicinal, decide por ingerirla. De un solo bocado introduce la planta en su boca y comienza a masticar asqueada por el olor, por suerte no tenía un sabor desagradable. Después de masticar unas cuantas veces más, la traga rápido, esperando que, de esta manera, pueda recuperar más rápido lo que le faltaba de energías.

—¡Qué asco! Ahora siento que me huele la boca a su repugnante olor — se queja sacando la lengua mientras hablaba.

—Ya verá que se sentirá mucho mejor, ama Moroha — le asegura la pulga demonio posado en su hombro.

—Eso espero — responde molesta, para así avanzar más rápido y estar a la par con su padre.

Estando a unos pasos de él, le mira de reojo, tenía la vista fija en el camino y se encontraba sumergido en sus pensamientos. ¿Será que le preocupa demasiado aquel ejército de demonios? Bueno, ¿a quién no le preocuparía? Después de todo, esos demonios solo tienen un objetivo: acabar con todo aquel que se interponga en su camino. Inesperadamente su padre voltea su mirada hacia ella y le sonríe. Ella acepta el gesto y le responde con una sonrisa mostrándole sus pequeños colmillos. Por alguna razón, su sonrisa le transmite demasiada confianza. Puede saber con ese gesto que él confía plenamente en ella y ella... también confía en él.

—Supongo... que tienes muchas preguntas que hacernos, ¿no es así? — le dice devolviendo su mirada al frente sin borrar de su rostro aquella sonrisa llena de confianza y felicidad que sentía.

—Si, una que otras tantas — le confiesa ella también fijando su mirada al frente. Es verdad, tenía muchas preguntas que hacerles sobre ellos y sobre ella misma. Todo sobre su pasado con cada mínimo detalle.

—Te prometo que cuando acabemos con todo esto, tendremos una gran charla — le decía deseoso de poder compartir ese momento con su hija — Hay tanto que también queremos saber de ti, especialmente tu madre.

—¿Sobre mí? — duda la joven — ¡¿Q-Q-Qué quisieran saber s-s-sobre mí? — le pregunta avergonzándose un poco.

—Por supuesto que todo como, por ejemplo, yo quisiera saber que tan hábil eres con esa espada — le dice apuntándole con la mirada la espada que llevaba colgando de su cintura — Dime, ¿es poderosa?

—¡Je! ¡Lo que le sigue! Ya lo verás con tus propios ojos cuando nos enfrentemos a ese ejército de demonios — le asegura emocionándose por poder mostrarle a su padre cuán hábil y poderosa es ella con su preciada espada Kurinkaramaru.

—¡No puedo esperar por verlo! — dicho esto da un gran salto que lo hacen avanzar una gran distancia. La pelinegra sorprendida por ese gran salto, se apresura a hacer lo mismo para poder llegar más rápido hasta él. Su padre realmente era demasiado rápido.

Moroha y La Perla NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora