7: one week

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Agosto 2020
Monte Carlo, Mónaco

Pensaba que Charles no me volvería a hablar luego de lo que le dije hace una semana y no lo hizo el día después ni después de ese. Pero luego de no haber podido terminar su última carrera, lo tenía llamándome por videollamada para ventilar su enojo.

Y no me quejo de eso, ni un poco, pero escucharlo decir que ahora no podía dejarme ir fue algo que me pegó mucho más de lo que debería, porque pensaba que la que se sentía más atraída en esta relación era yo y no es así.

Sabía muy bien que algo había pasado, porque era muy extraño que él viniera a mi casa así como si nada, así que estaba realmente preocupada desde que leí su mensaje. La verdad hay que imaginarse lo peor y eso estoy haciendo. Nos descubrió alguien más.

Estaba tocando algunos acordes de la guitarra al azar cuando una idea para una canción comienza a seguir en mi cabecita. Ni siquiera era una canción como tal, eran frases que rimaban, pero siempre comienzo así.

All i do since i met you is dream of you —balbuceo—. Dios, ¿dónde dejé mi libreta?

Me levanto rápidamente del sofá y busco mi cuaderno por todos lados, hasta que lo encuentro tirado en la cocina. No pregunten cómo llegó ahí.

—Please say you dream of me too —murmuro mientras escribo y sonrío a medias, porque me gustaba muchísimo esa frase.

—¡Llegó por quién llorabas! —exclama Charles entrando como si fuera su casa—. Tienes que cerrar la puerta, Flo, no es seguro que la dejes así.

—Hola, Charlie, estoy muy bien, gracias por preguntar —digo soltando la guitarra y levantándome a darle un beso.

—Tengo malas noticias —susurra rozando sus labios con los míos—. Pero primero podemos hacer otra cosa.

El monegasco toma mis manos y las aprieta dos veces antes de unirme por completo nuestras bocas. Como siempre, sus besos son lentos, como si quisiera detener el tiempo, pero yo no puedo mantener ese ritmo sin perder la locura, así que cuando empiezo a pasar mis uñas por su cuello, este sabe que hacer.

—Charles, estaba... estaba escribiendo algo.

Nos tambaleamos por el lugar mientras intentamos llegar a mi habitación y cuando lo hacemos, soy la primera en desvestirse, aunque se supone que quería detenerlo hace un rato.

—Charlie, q-quiero seguir escribiendo.

—¿Uno rápido entonces? —pregunta alejándose de mí y mi cuerpo pide a gritos que vuelva, así que asiento rápidamente.

Enredo mis piernas en su cintura, algo que ya era costumbre entre nosotros, y este se saca la camiseta con una agilidad increíble. Pocos minutos luego, nada separaba nuestros cuerpos y una ligera capa de sudor se posaba en nuestras frentes, a la vez que algunos jadeos salían de mi boca. Él me observaba como si fuese lo único que existía en este mundo y eso solo me hace sentir mucho más atraída a él, si es que eso es posible.

—Deberíamos hacer esto más seguido, eh —suelta bromeando y lo empujo ligeramente para causar su risa—. Yo quiero arroparme también, no es gusto.

—A ver, métete —digo alzando mi sábana peluda y este cumple mi orden—. ¿Feliz?

—Muy feliz —susurra quitando algunos cabellos de mi flequillo de mi rostro.

—¿Me alcanzas la laptop? —pregunto apoyando mi cabeza en mi mano.

Este se voltea y agarra mi portátil de la mesita de noche, pasándomela intrigado. Abro la misma y entro en Word, buscando anotar ahí las frases que se me habían ocurrido hace un rato.

illicit affairs | charles leclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora