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Enero de 2021
Monte Carlo, Mónaco

Mientras me colgaba mi collar al cuello, respiro profundo para calmar mis ansías. Me sentía mucho más nerviosa que cuando salíamos a escondidas y eso ya dice mucho.

Había cancelado todo lo que me impedía quedarme un par de días más en Mónaco y estaba segura de que Laura me quería matar por ello, pero hoy no me importaba nada. Mi cabeza solo puede pensar en la dichosa cita.

Acomodo mi cabello y el pañuelo que tengo puesto con mi mano derecha y desbloqueo mi celular para sacarme fotos en el espejo, pero un mensaje de Charles diciéndome que estaba afuera me hace levantarme corriendo a guardar todo en mi bolso. Íbamos a ir al puerto a dar un paseo por la costa en pleno atardecer.

Bajo las escaleras del edificio corriendo y el portero me regala una sonrisa cuando paso por en frente de él. Le devuelvo la misma y observo el coche de Charles estacionado antes de cruzar las puertas de cristal. Dios, nunca había estado tan nerviosa. El viento choca contra mi rostro al salir y me apresuro en subirme al carro, porque no quería que nadie me viera.

—¿Llegaste fácil?

—¿Qué?

—Idiota, tenemos que actuar como si esta fuera nuestra primera cita —digo poniéndome el cinturón.

—Entiendo, entiendo —dice asintiendo con la cabeza—. No, no me perdí. De hecho, se me da bien conducir, las direcciones y eso.

—¿Ah sí? ¿Eres chófer de la mafia o algo así?

—No entiendo como lo primero que pensaste cuando viste el piano fue en que era un mafioso.

—Yo que sé, te vi lindo y millonario, o mafioso o famoso —digo riéndome—. ¿Puedo poner música?

—Solo si vas a poner la tuya —suelta mirando a su izquierda antes de cruzar en esa calle.

—¿No te parece medio raro?

—Pon la de Living Proof, la que dice que soy muy lindo —añade ignorándome—. Creo que esa es mi favorita.

—Eres un idiota.

Subo el volumen de la radio y una canción electrónica estaba sonando, por lo que Charles me golpea la mano para que no la cambie. Muevo mi cabeza al ritmo de la música y de la nada, el monegasco empieza a bailar, sacando sus pasos prohibidos.

Saco mi celular de mi bolso y me grabo a mi misma un rato antes de poner la cámara en Leclerc, que se da cuenta de que lo estaba grabando inmediatamente y se ríe a carcajadas.

—Súbelo —pide con una sonrisa de lado.

—Buen chiste —murmuro—. Wow, ¿acaso ahora eres comediante?

—En estos momentos diré que no extrañé ese wow —espeta—. Pero... ¿vamos a tener que seguir escondiéndonos?

—Escondiéndonos no, evitando problemas sí.

—¿Y si quiero subir una foto con mi novia?

¿Acaso dijo novia?

—¿Y desde cuándo tienes novia? —cuestiono y él bufa como respuesta—. Nadie me ha propuesto ser su novia desde que estudiaba y hoy ya no lo puedes hacer.

—Pensé que no era necesario —comenta.

—Cariño, siempre es necesario.

El monegasco se ríe de mí y busca mi mano para poder entrelazarla con la suya libre. Dejo que mis dedos hagan contacto con los sueño y siento un escalofrío recorrer mi cuerpo. Y estamos de vuelta.

Charles estaciona su coche y me hace señas de que no me baje todavía para luego salir corriendo a abrirme la puerta. Ah, se tomó en serio lo de la primera cita. El castaño saca una cesta llena de cosas del maletero y vuelve a unir nuestras manos antes de acercarnos a su bote.

—Tenías que traer tu guitarra —dice saltando sin pensarlo demasiado. Lo odio.

—Préstame atención, Charles, voy a saltar.

—Dale, boba, yo te agarro.

Ruedo los ojos ante el deja vu que tuve, pero respiro profundo antes de brincar lo más lejos que pueda del muelle. Odio esto. Me siento en la cubierta acomodándome el cabello y Charles pone en marcha esta cosa un minuto luego. Observo como nos alejamos lentamente del principado y los recuerdos de aquel día, justo antes de mi cumpleaños, me llegan de golpe. ¿Por qué siento que fue hace mucho tiempo?

—¿Estás bien? —me pregunta sentándose a mi lado.

—¿No sientes que somos totalmente distintos a cómo éramos la última vez que estuvimos juntos? Y sé que suena raro porque solo pasaron meses.

—Es normal, creo, ambos estamos en etapas distintas.

—Tú estás soltero y ahora yo soy famosa, ¿qué tal? —comento riéndome.

—Sabía que lo ibas a lograr —dice tocando la punta de mi nariz.

Me acurruco a su pecho y este pasa su brazo por encima de mi hombro. Miro el hermoso paisaje que tenemos y respiro profundo tratando de calmar mis nervios.

—Aquí nos dijimos te quiero por primera vez, ¿lo recuerdas?

—Esos recuerdos eran lo único que me mantenía vivo cuando no estabas, Fleur.

—¿Crees que todo sea más fácil para nosotros ahora? —cuestiono.

—No lo sé, Flo, eso espero —responde besando mi mejilla—. ¿Jugamos a las diez preguntas?

—Te conozco como la palma de mi mano, Charles Leclerc —suelto riéndome—. Sólo bésame, ¿sí?

El brillo de sus ojos y los hoyuelos que se le marcan el rostro al sonreír me hacen temblar en mi asiento, pero cuando sus labios sobre los míos, vuelvo a estar en paz. Dios, cómo extrañaba este sentimiento.

illicit affairs | charles leclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora