6: surprise guests

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Agosto 2020
Monte Carlo, Mónaco

Luego de la visita mañanera de Charles ayer, me fui de compras por unas horas y luego a la casa del chico, donde tuve que darle clases frente a sus amigos. Amigos que me cayeron súper bien, sobretodo Thomas, que hasta me había seguido en Instagram. Supongo que Charles no les habrá contado nada sobre nuestro secreto o eso espero.

Hoy era martes y me tocaba ir al lugar de Leclerc como su supuesta profesora, pero ahora que la casa está vacía, todos sabemos muy bien que es lo que va a pasar.

Nunca he sido muy fanática de usar vestidos, pero me fui de compras hace un mes y tenía un par sin estrenar, así que uno fue el escogido para este día. Además, son mucho más fáciles de quitar y poner. Busco mis lentes de sol por todos lados y como no los consigo, rezo a todos los cielos para que estén en el coche. No quiero tener problemas por haberlos dejado tirados a que Leclerc.

—Gracias a todos los dioses —murmuro cuando los veo en el asiento de copiloto—. Amén y gracias de nuevo.

Conduzco rápidamente por las calles de Monte Carlo, mientras escucho a Harry Styles y me pregunto a mi misma por qué no he tocado alguna canción de este chico en el restaurante. No me importa, hoy lo hago.

Llego al edifico del piloto y saludo al portero con la mano, que al verme me sonríe amablemente. Subo las escaleras, revisando Instagram y ni siquiera me doy cuenta cuando llego al piso de Charles. Ya mi cuerpo sabe que hacer al parecer.

Toco dos veces la puerta y escucho sus pasos rápidos acercándose. —Hola, Flo, que de tiempos.

—¿Por qué corres en medias? ¿Te quieres lesionar? —pregunto entrando al lugar—. Y hola, Charlie, buen día.

El monegasco me da un pico en los labios y vuelve a correr hasta la cocina, ignorando completamente mis quejas. Ruedo los ojos por eso, pero me voy con él a ver que estaba haciendo.

—Ya sé que ayer sólo hicimos ejercicios para practicar la movilidad de los dedos, pero te quise preparar una canción... ¡y un iced latte con leche de almendras!

—Dios, ¿escuchaste cuándo te dije que odiaba la leche normal? —pregunto arrugando la nariz y este asiente emocionado—. No, no, eres el mejor.

Paso mi brazo derecho por su hombro para abrazarlo y este junta sus manos en mi espalda baja, acercándome mucho más a él. Dejo un corto beso en sus labios y le hago señas para que se siente en el piano y me muestre lo que aprendió.

—Escuché esta canción en la radio ayer y luego la busqué en Internet porque me identifiqué mucho con la letra y sé que tú lo harás también.

—¿Vas a cantar? —cuestiono sorprendida y él niega varias veces.

—No será cantar definitivamente, pero voy a intentarlo.

—Charles, por amor a dios, gracias —murmuro con un hilo de voz, porque había empezado a llorar y este se levanta rápidamente de la silla a abrazarme.

—Sabía que te iba a gustar —comenta pasando su pulgar por mi mejilla para limpiar una lágrima rebelde que caía.

Me abrazo a él más fuerte y empiezo a dejar besos por todo su rostro, causando que su hermosa risa saliera a la luz. Dejo el café en el primer lugar que encuentro y acuno su rostro en mis manos antes de besarlo como se debe.

illicit affairs | charles leclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora