Prologo

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Fue aquel verano de 1998 en donde dos almas que estaban separadas se encontraron por primera vez, dando inicio a esta historia.

Era el primer viaje de Mackenzie, iba a con su madre a conocer el otro lado del mundo. Su destino, Corea del Sur. La madre de Mack durante su juventud hizo buenos amigos en el país asiático, y ellos eran quienes insistían en conocer a su pequeña hija. Mackenzie estaba emocionada y curiosa, desconocía por completo todo de ese país.

Durante su recibimiento, les esperaba la pareja amiga de su madre en el aeropuerto conjunto a dos pequeños a sus lados. Se saludaron y conversaron alegremente, Mackenzie solo se escondió detrás de su madre al no entender lo que decían entre ellos. Su madre la presentó a la familia como Kim Minso, los niños sonrieron y se presentaron ante ella; uno de ellos era de la misma edad de Minso y se veía tímido pero receptivo con su llegada, el otro pequeño unos años mayor se limitó a dar muchos detalles y tan solo dijo su nombre. Sin embargo, su madre le colocó nombres americanos con los cuales ella pudiera identificarlos. En este momento, el lenguaje era una barrera hecha por una base de concreto armado. Parecía impenetrable.

...

Con el paso de los días a pesar de que no podía comunicarse mediante el habla, Minso y uno de los niños se juntaban para jugar, con imágenes, formas o figuras lograban formar un lenguaje único de manera que pudieran saber que pensaba el otro. Las risas no faltaban entre ellos. Y es que el verdadero lenguaje del alma de los infantes es la inocencia del juego.

El niño por primera vez se sentía libre de tener una amiga y ella empezaba a ver con ternura esos pequeños ojos rasgados.


El tiempo pasó, el verano se consumaba rápidamente, el sol dejaba de ser brillante para darle paso al frío y melancólico otoño. Era el día de despedirse, y parecía ser la última vez para los pequeños amigos.

Se estaban despidiendo para regresar al caluroso estado de California, Minso no quería irse, quería seguir jugando con él todos los días, pero realmente era más que eso, solo que era demasiado complejo para que una niña de 8 años lo pudiera comprender.

Con lágrimas en los ojos ella le entregó una pequeña foto que les habían tomado. Y él dijo algunas cosas que solo la madre de Minso, su hermano y sus tíos entendieron. Ella sonrió porque él lo hizo, antes de cerrar la despedida con un largo abrazo, intercambiaron unos brazaletes.

Una vez en el avión Minso no dejaba de pensar en las palabras indescifrables de su amigo, curiosa le preguntó a su madre:

—Mamá... ¿Qué me dijo Tom antes de irme?

Ella sonrió recordando la tierna oración del niño.

—Creo que no tienes edad para entenderlo. –comentó juguetona.

— ¡Por supuesto que sí! –contestó en coreano.

Era la oración que más decía Tom, y a decir verdad era una frase contagiosa.

Su madre se sorprendió al escucharle y ver que decía aquello fácilmente, sus palabras fluyeron como río de agua viva.

—Bien, cuando cumplas la mayoría de edad, te diré. –contestó.

— ¡Ay mamá, para eso falta muchísimo tiempo! No es justo. –rezongó.

Ahora Minso tenía una meta en su vida, encontrarse con Tom en el futuro, verlo y abrazarlo. Pasar tiempo juntos como lo hicieron en ese momento. Y no era la única que tenía ese deseo vivo en su pequeño corazón; Tom anhelaba fervientemente que esa no fuera la única vez que se encontraran en la vida.

"마음에 들다/maeume deulda"

Fue lo último que dijo Inyeop al despedirse de su amiga. Cuyo significado es: le agradas a mi corazón. 

The Picture (Hwang In-Yeop)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora