Capítulo XXI

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-Tu eres... ¿Perruno? -Dije al reconocer a la persona ante mí.

-¿Quién? -Preguntaron Camicazi y Heather a la vez.

Perruno "El descerebrado", así era como se le conocía al enorme vikingo con músculo en vez de cerebro que ahora estaba ante mí. No había cambiado mucho que digamos...

-Asi que regresaste -Dijo mirando hacia abajo para poder verme.

-Oh ¿Me extrañaste? -Le pregunté sarcástico.

—¡Ja! ¿Quién extrañaría a la vergüenza de Berk? —Bufó mostrando su desagrado hacia mi.

—Si, supongo que nadie... —Hable sin interés—, pero, es confortable saber que ahora todos dependen de mi. Eso te incluye a ti —Finalice.

La expresión de Perruno cambio a una de enojo. Era claro que su temperamento no había cambiado nada en todos estos años, aún seguía enojandose por cualquier cosa. Él se me acerco más, era obvio que no era para algo bueno, y luego con brusquedad y furia arremetió contra mí pero  rápidamente me aparte y lo hice tropezar con mi pie haciéndolo caer al suelo y rodar hasta una pila de estiércol.

-Oye ten cuidado... No vayas a causar un terremoto -Le dije con burla al verlo estrellarse.

—¡Odio el estiércol! —Dijo furioso mientras se levantaba.

Los seguidores de Perruno comenzaron a reírse de él al verlo ahí tirado. Enojado, se puso de pie y volvió a acercarse a mi.

-A la arena -Dijo enojado y de forma amenazadora. Luego comenzó a caminar seguido de su séquito hacia el ruedo.

Todos los que habían visto la escena comenzaron a gritar "¡Duelo, duelo, duelo!" mientras caminaban hacia el ruedo. Yo también iba a comenzar a ir hacia allá pero...

—Ey, ey ¿A donde crees que vas? —Me pregunto Heather poniéndose frente a mí para detenerme.

—Al ruedo... —Respondí señalando a las personas que ya se habían alejado varios metros.

—No es que no te tenga Fé Hipo, pero, ¿Qué no viste el tamaño de ese tipo? —Me pregunto esta vez Camicazi— Sé que la gente de aquí son unos brutos sin cerebros y por su nombre puedo notar que él no es el más inteligente pero sí alguien muy fuerte... —Agrego refiriéndose a Perruno— ¿Que tal si te llega a dar un golpe con su arma?

—Tranquilas..., Lo tengo todo calculado ¿Si? Solo confíen en mí —Les dije para calmarlas mientras continuábamos llendo a  la arena.

Cuando nos acercamos al ruedo nos sorprendimos mucho al ver la gran cantidad de personas que estaban ahí reunidas, era como si toda la aldea hubiera venido a ver mi duelo contra Perruno.

—El séquito del perro debieron correr la voz por la aldea... —Comento Camicazi con desagrado.

-¿Enserio vas a hacer esto otra vez? -Me pregunto Heather con preocupación, seguramente se estaba refiriendo a mi último duelo contra Patán. Pero esta vez yo estaba completamente bien.

-Calma... aquí en Berk hay una tradición de duelos con espadas, y quiero aprovechar esta oportunidad para mostrarles algo a todos.

-Oye no es por nada pero cada vez que tienes una Hipoidea como está siempre sale mal... -Comento Camicazi con una mirada acusadora-. Trata de no morir aquí ¿Quedó claro? -Preguntó sujetando mis hombros. Luego dirigió su mirada a Leina quien solo se mantenía expectante— ¿No le vas a decir nada a tu querido maestro? —Le pregunto.

—Eh..., Bueno... Suerte —Respondió mi aprendiz mirándome. Solo me limité a dirigirle una mirada de seguridad y después comencé a bajar las escaleras que me llevarían al interior de la arena y una vez ahí el portón metálico comenzó a subir. Segundos después entré a la arena. Perruno entró desde el otro portón, quedamos frente a frente y nos fuimos acercando poco a poco al centro. Él desenfundó su espada en cuanto me vio, luego sonrió con los ojos lleno de malicia.

Como entrenar a tu Dragón: Cambiando la Historia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora