CAPÍTULO 61: CIEN AÑOS DE SOLEDAD

527 35 4
                                    

Toda la estrategia se había lanzado por el acantilado del olvido. Es que era absurdo, ni toda la preparación física y mental del mundo iban a conseguir que Camila pudiera resistirse a Lauren, ni había más capítulos para describir el mismo bucle sin fin.

"Cien años de soledad", la novela de Gabriel García Márquez, había acompañado a la cantante durante esos días de retiro. Con el libro sujeto en sus manos, se había quedado absolutamente relajada sobre la fina capa de hierba del jardín trasero mientras escuchaba el murmullo cercano del río.

En aquel momento pensaba en la historia que, negro sobre blanco, plasmaba aquel libro. Generaciones de José Arcadios y Aurelianos, que repetían a lo largo de cien años una historia familiar que auguraba una tragedia. Atrapados en los mismos errores hasta que descubrieran el secreto de su destino vaticinado por un gitano. La moraleja podía ser enrevesada pero en aquel momento, Camila encontraba muchas semejanzas con su propia vida. Daba igual lo que hiciera, no podía huir. Lauren acababa encontrándola siempre y llevándola consigo, devorada por el hambre feroz de todas las hormigas del mundo excavando sin piedad en sus sentimientos.

¿Estaba mal entonces pensar en Shawn? Porque le extrañaba y mucho. Camila no sabía distinguir qué parte de esa añoranza se debía a la pérdida del amor y qué otra parte se podía achacar a la desolación y el desamparo, o más bien, a la culpa que sentía por no haber sido capaz de cumplir con su palabra y mantenerse junto a él aunque el mundo se cayera a sus pies.

Era cierto, seguía queriéndolo. Porque amar a Shawn había sido fácil, algo natural que había encontrado en su propio corazón un hogar en que refugiarse. Era curioso cómo se sentía completamente entregada a él y a su relación cuando estaban juntos y se veía capaz de alejarse de Lauren para siempre, pero pasaba justo lo contrario cuando estaba con ella. Olvidaba a Shawn y al mundo entero porque con ella todo lo demás carecía de importancia.

"Mentirosa, mentirosa" se repetía a sí misma como un mantra de autoflagelación. Así se sentía y era doloroso inculparse a sí misma de esa manera, pero distinguir las emociones es un arte que pocos humanos son capaces de manejar.

... "Y se lamentaban de cuánta vida les había costado encontrar el paraíso de la soledad compartida..."-Recitó Lauren a sus espaldas, sacando a Camila de su atolondramiento.

Camila apenas abrió los ojos, aún arropada por el cobijo de los rayos de sol cayendo sobre ella.

Buena analogía.

-Es una de mis frases favoritas de ese libro-señaló de nuevo la arquitecta y Camila por fin hizo un leve movimiento para encontrarse con su mirada.

Fruto de su desperezo, salieron volando dos mariposas que al parecer habían estado posadas sobre su pecho sin que ella se diera cuenta.

Mariposas. Justo lo que sentía cuando Lauren se acercaba a ella. Ahora mismo las sentía, de un tipo malo, colmado de culpabilidad pero totalmente inevitable. Esas mariposas ficticias habían anidado en el fondo de su pecho y no daban tregua.

Jack fue el encargado de quitarle de golpe la pereza cuando se colocó a su lado y se sacudió, lanzando una ráfaga de agua salpicada desde su pelo.

-¡Dios, Jack!-se quejó Camila incorporándose de golpe, pero el perro, con su natural encanto, tomó aquello como una invitación a acercarse y eso hizo. Estaba completamente mojado, pero eso no le pareció un impedimento para subirse sobre la chica y dejar suaves lengüetazos sobre su cara.

Al final, Camila cedió al encanto natural del perro y acabo rindiéndose a sus juegos, abrazándolo e incorporándose para dejarse llevar de vuelta al riachuelo, de donde él acababa de llegar con Lauren.

Little Havana (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora