Capítulo 9: Pregúntale a Ragana

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Fue un gran alivio para Jasiri descubrir que, entre los adultos que se quedaron en el valle, estaba Ragana.

Ragana era la hiena más vieja del clan, y la más sabia también. Ayudaba a las madres a traer a sus cachorros al mundo, atendía las heridas de las hienas que se enfrentaban a los enemigos, y sabía qué hierbas curaban cada tipo de enfermedad y dolor. La misma Jasiri había llegado al mundo con ayuda de su conocimiento. Además, la anciana sabía muchas historias y era buena contándolas.

Jasiri solía ir donde ella en compañía de Sauda y sus hermanos cuando las hembras salían de caza. A Ragana le gustaba la compañía de los más jóvenes: se reía de sus travesuras y los chistes que le contaban más de una vez. Era como la abuela de todos ellos.

Sin embargo, la visita de ese día era con motivos de estudio... y no gracias a algo precisamente agradable: Kito, un chico algo mayor que Davu (lo suficiente como para poder salir a patrullar solo) había sido atacado por una hiena del clan enemigo. Tenía una fea herida en el antebrazo, pero nada más. Como resultado de esto, Tanesha había enviado de vuelta a casa a sus hijos y a todos los adolescentes que empezaban a poder salir del valle.

— Solo era otro macho... y estaba solo, igual que yo — explicó a Ragana cuando regresó a la hondonada. — Cuando intenté ahuyentarlo se molestó y me mordió.

— Ya veo — asintió la anciana mientras inspeccionaba la herida.

Jasiri y los demás cachorros observaban la escena desde una distancia prudente. Querían aprender, pero sabían que no debían entorpecer el proceso. A ella le dolía y le molestaba profundamente ver a sus conocidos heridos gracias al clan de Fuvu. Kito no se quejaba mucho, pero solo con ver la herida cualquiera podía imaginarse lo mucho que dolía llevarla en la carne. ¡Y él era una hiena de lo más tranquila! Siempre cauteloso y amable con todos. No se merecía ser atacado así.

— Sauda — llamó Ragana, y la pequeña se puso de pie en el acto. — ¿Recuerdas la hierba que les enseñé hace un par de días?

— ¿La de las pequeñas flores moradas?

— Así es — asintió con una sonrisa. — Ve a mi cubil y trae un poco. Una de las calabazas secas también.

Sauda corrió obedientemente hacia el lado contrario del valle, ahí donde estaba el nicho donde la anciana guardaba todo lo que necesitaba para ayudar al clan.

— Njeri — la anciana se volvió hacia la adolescente. — Necesito que traigas algo de agua de la charca.

La chica se apartó del lado de Davu para alcanzar a Sauda en su carrera.

— Los ataques de Fuvu se están volviendo más frecuentes cada vez — comentó la anciana, sentándose y estirando las piernas para descansar.

— Quizá les esté yendo mal por allá... la sequía es fuerte esta temporada.

— Seguro deben tener hambre — concedió Ragana, casi lamentándolo.

Jasiri frunció las cejas con sorpresa e incomodidad. ¿Cómo podía compadecerse de alguien que hacía daño a los suyos? ¿Cómo era que Kito no parecía estar molesto con ellos?

Antes de que pudiera preguntarlo en voz alta, Radhi se le adelantó:

— ¿Por qué los hablan como si lo que les pasa es algo malo? Se lo merecen. ¡Hirieron a Kito! Y a otros miembros del clan.

— Y seguro lastimarán a más — agregó Madoa con temor.

— Deberíamos atacarlos nosotros — murmuró Tabia, igual de molesta que Radhi.

Pero Ragana sonrió y miró a los cachorros con amabilidad.

— Si atacamos a alguien cada vez que nos lastima — explicó, — pronto todos terminaremos heridos. El odio solo provoca más odio, y rara vez resuelve algo.

I'll Be Good (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora