Capítulo 11: Asalto

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Esa noche había sido una de las peores en toda su vida. La primera lluvia de la temporada llegó con la fuerza de un huracán y en Las Lejanías, donde no había árboles que aminoraran el viento u ofrecieran un resguardo de la lluvia, el poder de la naturaleza se sentía en todo su esplendor. Y ni hablar de los relámpagos, que azotaban la tierra con poderosos rugidos. Los rayos que atravesaban las oscuras nubes, iluminando secciones de ellas de forma aleatoria, aparecían como fugaces líneas blancas que se diversificaban y dividían en el cielo, cual raíces de árbol, en líneas irregulares hasta que tocaban por fin la tierra.

Janja no pudo sacarse esa aterradora imagen de la cabeza en toda la noche, aún cuando, oculto en su saliente dentro del cráter, no estuviese viendo la tormenta. Bastaba con escucharla para hacerse una idea de lo que estaba pasando afuera, de modo que no pudo conciliar el sueño hasta que la tormenta hubo terminado hacia el final de la madrugada. En consecuencia, el joven despertó varias horas más tarde de lo normal. Cuando por fin abrió los ojos, el resto del clan ya estaba activo y haciendo ruido en el cráter. Aún con eso no había conseguido recuperar todas las horas de sueño; estaba cansado, tenía migraña, y no se sentía con humor para bajar y socializar. 

Gruñó por lo bajo y se tapó las orejas en un intento por dejar de escuchar las risotadas y el ajetreo de sus compañeros. Se dio por vencido solo un par de minutos después, y decidió que lo mejor era llevarlos a buscar algo de comer para poder regresar más tarde y dormir otro par de horas una vez que sus estómagos estuvieran llenos y aletargados.

De mala gana se levantó y bajó a la plataforma principal, donde Mbili, Kume, Nne y Tisa estaban reunidos riendo mientras observaban a Chungu hacer el ridículo al intentar atrapar una mariposa que, por alguna razón desconocida, había entrado a la guarida. Janja puso los ojos en blanco. No se sentía de humor para verlos perder el tiempo. Abrió la boca para ordenarle que se detuviera, pero un familiar batir de alas lo detuvo.

Giró la cabeza hacia la brecha de entrada y encontró a Mzingo parado afuera. Solo había pasado una semana de su charla en lo alto del volcán, pero Janja ya sospechaba a qué había ido. Al verlo, el buitre entró al cubil como si hubiese sido invitado.

— Buenos días — saludó.

— No veo qué te dio la impresión de que lo son — gruñó la hiena, sobándose la sien con la mano.

Mzingo sonrió con malicia.

— ¡Oh! Solo una maravillosa noticia que escuché esta mañana en Las Praderas. ¿Recuerdas al pequeño hijo del rey, el príncipe Kopa? — Janja asintió una vez. — Está muerto.

Las hienas dejaron de reírse, y de repente todos los ojos estaban puestos sobre el ave.

— ¿Qué quieres decir con que está muerto? — Janja frunció el ceño

— Pues qué otra cosa — el buitre se encogió de hombros y entrecerró los ojos.

— Sí, pero ¿cómo...

— Una leona de la manada lo hizo — explicó Mzingo. — Creo que sabes mejor que yo cómo son las relaciones de esos leones. Nunca me interesé demasiado en el tema después de la muerte de Scar, y con Simba merodeando por ahí sin permitir que los buitres...

— Oye, oye, vuelve al tema — lo interrumpió Janja con un gruñido. — ¿Qué ventaja sacamos nosotros con eso?

— Un pedazo de carne es un pedazo de carne — la sonrisa del invitado se ensanchó.

Un jadeo de sorpresa escapó de las hienas que estaban más atrás.

— ¿Quieres comerte un león? — inquirió Nne.

I'll Be Good (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora