Capítulo 13: El antílope de la discordia

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Janja sabía que algo había cambiado cuando, durante uno de sus solitarios patrullajes vespertinos, descubrió un aroma nuevo. Era el rastro de una hiena, pero no una que conociera. Y estaba por todas partes. El joven pegó la nariz al suelo y olfateó. Era resiente, aunque él llevaba un rato dando vueltas por la zona y no había visto ni escuchado a nadie.

Sabía de antemano que no eran las únicas hienas en Las Lejanías, pero, además del encuentro con aquella molesta cachorra, no había tenido percances con nadie. En el pasado había pensado que quizá el área cercana al volcán era terreno libre, que nadie quería vivir allí por las condiciones horribles y que, por tanto, estaban seguros.

Pero ese rastro, la marca innegable de que un intruso había estado merodeando, era prueba de que su creencia era falsa. Eso lo hizo sentirse alarmado, y al volver al volcán advirtió al clan de su descubrimiento. 

Quedó prohibido acercarse a la zona en los días siguientes.

Sin embargo, con el tiempo, la escaza comida del área que Janja había marcado como segura se redujo considerablemente. Pronto, el grupo se quedó sin nada para cazar. Ni siquiera había sobras para roer gracias a Mzingo y su parlamento, que los seguían como sombras día y noche. Rendido y sin muchas opciones, Janja decidió que lo mejor era echar un vistazo en el otro extremo de Las Lejanías.

Después de todo ya habían pasado varios días. Si alguien había estado merodeando ahí, probablemente ya se habría ido.

— No se separen mucho — ordenó al clan mientras los conducía a través de los valles y pasillos de roca.

 Las jóvenes hienas se adentraron más en el área, llegando pronto a un sitio que no habían explorado antes. Janja olfateó las rocas, y al no encontrar rastros recientes de ninguna hiena, decidió que el clan podía avanzar. Se trataba de la parte baja de un cañón largo y angosto, con apenas unos cuatro metros de ancho. Las paredes no eran demasiado altas y pensó que, si lograban encontrar un recoveco por donde trepar, podrían ver mejor el panorama desde lo alto.

Caminaron uno detrás del otro, en dos filas. Por alguna razón que Janja no cuestionó, Jake se unió a su flanco derecho para caminar a su lado, dejando relegados a Cheezi y Chungu. Ambos machos si dieron a la tarea de registrar las paredes a medida que avanzaban por el cañón.

Janja escuchó un crujido sospechoso y se detuvo de golpe. Miró a Jake para asegurarse que no había sido el único en oírlo, y la mirada alerta de su compañero le confirmó que sí había movimiento en la zona. Cauteloso, el líder ordenó al grupo, con un movimiento de mano, formar una sola línea detrás de él y Jake. Encontró una roca de tamaño suficiente para ocultar su cuerpo y trotó para cubrirse detrás de ella. Asomó la cabeza lentamente por la parte superior, pegado al muro, y observó lo que había del otro lado.

Su angustia se esfumó cuando se topó con la silueta de un enorme antílope adax. El animal movía las orejas en todas direcciones, y caminaba sin rumbo mientras levantaba y bajaba la cabeza. Probablemente se había separado de su rebaño y había terminado atrapado entre las paredes de roca. Por la forma en que cojeaba, era evidente que había caído en el cañón desde lo alto. 

El estómago de Janja rugió de impaciencia. 

— Es un antílope — comunicó a Jake con alegría. Luego, mirando más atrás, al grupo, agregó: — No podremos rodearlo, pero quizá consigamos atraparlo si lo perseguimos. Está herido.

— Déjame ir primero — dijo Tisa. — Lo alcanzaré lo obligaré a detenerse mientras llegan los demás.

Tisa era un buen corredor; sin embargo, no era lo suficientemente fuerte para derribar al antílope. Janja torció los labios, pero pronto se le ocurrió algo.

I'll Be Good (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora