Capítulo 4: Lecciones de vida

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Cuando Tanesha decidió que ya era momento de que Jasiri acompañara al clan a ver una cacería, la joven hiena se entusiasmó. No tanto por la cacería en sí, sino por la oportunidad de salir de la hondonada y conocer qué había más allá. Imaginaba ver la hierba, los árboles y los animales que alcanzaba a distinguir a lo lejos, cerca de esa extraña piedra alta del horizonte.

Esa noche le fue imposible pegar los ojos. Su mente estaba muy ocupada imaginando lo qué pasaría al día siguiente. Para cuando se dio cuenta, los primeros rayos del sol ya asomaban entre las montañas y la actividad en el clan había empezado.

Aren llamó a filas a su cuadrilla de caza, conformada en su totalidad por hembras, con una risa particular. Apenas la escucharon, las hienas salieron de sus nichos y se presentaron ante la matriarca. Jasiri y Madoa hicieron lo mismo una vez que su madre se puso de pie, y se reunieron con las otras crías que irían con ellas en el viaje.

Las mayores rodearon a Aren en un círculo, y los cachorros que estaban por ser instruidos quedaron al centro del mismo con la alfa. Esta los miró con orgullo y dijo:

— Hermanas, hoy nos acompañarán nuevos reclutas. Asegurémonos de darles una buena lección de cacería.

Y acto seguido trotó hacia aquel lugar prohibido para Jasiri hasta ese momento: la gruta de salida. La cuadrilla se movió tras de ella, y los cuerpos empujaron a las crías a avanzar. Volver a pisar aquella tierra le trajo a la hiena recuerdos de todas sus fantasías hasta ese momento. Apenas podía creer que al fin tenía la edad para salir de forma legal.

Aren guío a la cuadrilla entre los pasillos de roca. Jasiri no perdía un solo detalle de todo cuanto había, y Madoa se divertía viendo las expresiones de su pequeña hermana. Davu, quién había optado por acompañarlas de forma voluntaria, les seguía el paso de cerca con algo de temor y curiosidad. La más pequeña de los hermanos apenas era consciente de los escondrijos por donde los llevaba su tía, pues estaba demasiado absorta en observar las grutas, las formas de las piedras, el olor de la tierra seca, y las pequeñas matas de pasto que crecían cada tanto.

Hasta que una risotada la hizo volver a la realidad.

A su lado trotaba otra chica. Su pelaje era más marrón que el de Jasiri y sus hermanos, y por su tamaño debía ser al menos de la edad de Davu. Sus labios se alzaban en una sonrisa amistosa. Era Asante.

— Es tu primera vez con la cuadrilla de caza, ¿cierto? — le preguntó.

— Sí... ¿la tuya no?

Volvió a reír.

— Y ustedes, ¿también son novatos? — preguntó a los otros dos hermanos.

— Sí — dijo Davu.

— Nosotras somos menores que tú — le recordó Madoa.

El grupo se detuvo. Los cachorros quedaron en la retaguardia de la cuadrilla, de modo que ninguno lograba ver lo que ocurría al frente. Jasiri vio a Aren trepar sobre una escalinata de piedra hasta llegar a la parte superior de uno de los muros de tierra. Una parte del grupo la siguió, y el resto permanecieron en su sitio. La cachorra miró a sus hermanos: ninguno tenía cara de saber lo que estaba pasando. Desde lo alto, Aren hizo un movimiento de cabeza que parecía significar algo, porque enseguida el resto de los adultos caminaron, ahora mucho más lento, pegados al lado contrario de la parte baja del muro donde la matriarca había trepado.

Las crías, ahora solas, se agruparon unas con otras entre los nichos de la pared, buscando mantener las cabezas al aire.

— Quédense cerca — dijo Asante en un susurro, y condujo a los hermanos hasta un escondrijo formado por una piedra sobrepuesta encima de otra.

I'll Be Good (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora