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Era entrada la noche cuando arribaron al castillo enemigo, se pudieron constatar al aproximarse de la algarabía de la gente, los cantos, los festejos, la alegría por todas partes y rincones se debía en primer lugar por la llegada de las princesas. Se sentían bendecidos por su presencia y no imaginaban los planes de su rey.
Watanuki les venía explicando todo esto hasta las puertas del castillo, donde informó a los guardias que se presentaría al rey y a las princesas un espectáculo especial en su honor, según la parte del plan que le correspondía a él y les dejaron entrar.
-Espectáculo especial... ¿Qué es lo que vamos a hacer nosotros? –se pregunta Syaoran del reino de Luz alzando un poco su falda del vestido negro que llevaba y tratando de caminar sin tropezarse.
-¿Traes tu espada, no? –preguntó el otro mostrando la propia.
-Claro que sí, no sabemos si se han tragado el cuento o no.
Watanuki se devolvió del frente y les hizo una señal para que se callaran.
Caminaron por largos pasillos, subieron algunas, muchas escaleras, saludaron a muchos guardias hasta que por fin llegaron a una sala de descanso en donde los recibió el rey, de buena gana; pues todo salía como él quería, estaba un poco ebrio además, de tanto brindar.
Syaoran clon hizo una reverencia y levantó su vestido con elegancia. El otro quiso imitarlo pero se torció el tobillo y cayó con una rodilla al suelo. El rey no se inmutó. Syaoran de ojo azul sacó su espada de su estuche e hizo toda una demostración magistral de sus habilidades, lo que le valió el aplauso de los presentes. El otro quedó anonadado, le había parecido una buena ocurrencia, de quien recientemente se enteraba era su hermano.
-Eso fue increíble –susurró-. Impresionante a pesar del... vestido, se vio bien.
-No te enamores de mí –contestó el otro seriamente-, que no podré corresponderte.
-¿Queeé? Yo no dije que me estaba enamorando de ti.
-No te sonrojes. Ellas deben estar en la habitaciones de atrás de donde está sentado el rey –señaló las puertas con el abanico que cargaba también.
Con arrebato el rey aplaudió el espectáculo, pero en ese momento tuvo en mente una idea peligrosa.
-Me apetecería poder ver lo mismo pero con un elemento extra –acto seguido llamó a sus sirvientes, ellos asintieron y se retiraron. Mientras volvían el rey se explicó-: ¿Podrán mostrarme el espectáculo caminando sobre fuego encendido?
Ambos Syaoran se miraron. El de ojos ámbar lo primero que creyó fue que su plan estuviera al descubierto, pero el otro fue más listo y se dirigió al rey por medio de Fay...
-Mi pequeña artista quiere cumplir con vuestro deseo, pero teme que se estropee el vestuario antes de hacer el acto para las princesas, a quienes deseamos saludar por supuesto.
Se hizo silencio en lo que el rey decidía nuevamente el rumbo de los planes. Accedió al poco rato con un ademán.
-Que se haga así. Cada una que pase por separado con una de las princesas –señaló a los Syaoran y enseguida escogió-: Tú que demuestras mayor destreza y equilibrio verás a la del reino de Fuego y tú... pequeña bufón puedes pasar con la princesa del reino de Luz.
El último en ser señalado se sintió automáticamente ofendido:
*¿Bufón?*
Estaba por decirle hasta de lo que se iba a morir a ese gordo y viejo rey, sino fuera por la mirada severa de Kurogane no hubiera podido contenerse; ahora que aparecía la oportunidad de ver a las princesas no tenía permiso para echarlo a perder.
Solo entraron ellos dos, no se permitió la entrada a nadie más. La princesa del reino de Fuego casi pega un grito al reconocer a su candidato en semejante facha, pero ante todo mantuvo su expresión fría e inalterable.
-¿Qué es esto? –preguntó en tono de desinterés. Al lado de ella estaba el candidato que se tenía en aquél reino, para ella.
-Un espectáculo para la princesa.
-Yo creía que deberían poner más entusiasmo al asunto de nuestra boda, en lugar de divertirnos.
-Yo mismo tengo que encargarme de ver los preparativos, por lo que debo dejarte por ahora. Disfruta mientras tanto.
El candidato del reino del Cerezo se retiró, ya solo quedaban los sirvientes, a lo que la princesa les hizo una petición absurda y ellos se retiraron, dichosos de poder servirle.
El candidato y su princesa pudieron cruzar miradas entonces. Eran concientes de que escapar no sería cosa fácil considerando que estaban en una parte alta del castillo y rodeados por todas partes. Syaoran se le aproximó con determinación, era una cama donde ella estaba sentada. Lo vio aproximarse más y más, sin decirle palabra pero con una clara y perceptible ansiedad en los ojos. Andando a gatas desde el borde, se detuvo a escasos centímetros de ella, quien le dijo para resistir a la tentación.
-No me gusta tu vestido, nada más espera a que pueda quitártelo.
-Dame tu liga y veremos cómo salir de aquí –Syaoran pretendió no hacer mucho caso al comentario mientras su rostro se ruborizaba y se levantaba la falda.
-Antes dime cómo pretendes sacarnos de aquí.
El muchacho esbozó una maligna sonrisa y ese simple gesto de confianza tranquilizó en gran medida a la princesa.

En cambio, con la otra prisionera la situación era un poco diferente, ella y el candidato que le daban en ese reino platicaban...
-Mi padre fue quien me impuso desde pequeño a apegarme al reglamento de los candidatos para ustedes las princesas del reino de Fuego y Luz; yo lo acepté con ánimos desde el principio, pero... -miró a una de las sirvientas- mi corazón no está listo todavía, yo estoy enamorado de otra persona.
Syaoran iba preguntándose qué haría al tiempo que entraba, cuando escuchó aquello. Al parecer, Sakura hablaba con el muchacho de una forma muy dulce.
-¿Lo entiendes verdad? Estamos en la misma situación, yo no puedo quedar contigo por motivos semejantes –volteó a ver a Syaoran, quien se volvió a torcer el tobillo al caminar y cayó de rodillas al suelo, y como era su costumbre hizo reverencias- porque la persona a quien yo quiero ha esperado por mí mucho tiempo y no puedo dejarlo así nada más.
A este punto al candidato del reino del Cerezo, se le llenaron los ojos de lágrimas.
-Vaya tipo más... extraño, bueno aunque no puedo decirlo ahora al estar vestido así –murmuró para sí mismo Syaoran.
Sin embargo, el tiempo apremiaba y lo más importante por ahora era llevar sanas y salvas a las princesas al reino de Luz que estaba totalmente sitiado en donde, se suponía que habría un par de felices bodas y todavía aguardaba el asunto de si los "dones" serían recibidos...

Luz y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora