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-Aún no me queda claro una cosa –confesó Syaoran del reino de Luz cuando hiban de nueva cuenta a todo galope, dejaron los carruajes al decidir que sería más rápido si montaban llevando juntamente con ellos a las princesas.
-Todo esta hecho, ¿no? Se ha resuelto por los dones prometidos. En cuanto lleguemos al reino de Luz –comentó Fay-, harán uso de ellos, después proseguiremos a unificar los reinos.
-Eso me ha quedado lo suficientemente claro –repuso avergonzado el muchacho.
-¿La pregunta refiere a cómo haremos uso de esos dones? –aventuró a decir el otro Syaoran.
-También es mi duda –dijo tímidamente la Sakura del reino de Luz, recargándose al pecho de su esposo y sujetándose de él tan fuerte como podía.
-Al respecto todo lo que se sabe es: las condiciones de castidad absoluta, el matrimonio, la edad... cosas que ya se han cumplido y lo que falta es –luego citó textualmente el Syaoran del reino de Fuego, con un brillo especial en los ojos que hizo temblar a su esposa- "cada que se unan en la intimidad, ese don se despertará"
-Eso precisamente... es lo que... no entiendo –dijeron al unísono la otra pareja.
-Son unos bebés –alzó la voz la otra Sakura- No me extraña que a ustedes les toque el don de la Luz.
-Será mejor que lo descubran por ustedes mismos, pero no se tarden mucho –finalizó el otro Syaoran, cuando ya arribaban a los alrededores del reino de Luz.
Tal y como lo pensaron, el enemigo los aguardaba. El maestro Fay haciendo uso de su magia, hizo una señal a todos de la llegada de las princesas, reflejando en el suelo una potente luz de color azul que ascendió al cielo como una flecha.
-Es nuestro turno, maestro Kurogane. Con esta señal es suficiente para que nuestros ejércitos tomen armas con mayor valor. Ahora sí pelearemos con todo lo que tenemos.
Al ver el resplandor azul, la delgada pero clara línea en medio del horizonte, los pocos soldados con que contaban se pusieron manos a la obra en ejercer resistencia total.
Luego, bastó un cruce de miradas entre Kurogane y Syaoran del reino de Fuego para que, el fornido guerrero asaltara con rapidez una de las tiendas que el enemigo tenía instalada cerca. Ayudó en parte la pequeña ventaja de sorpresa, para someterlos y hacerles salir de ella. Syaoran lo apoyó lo suficiente como para creerse a salvo lo suficiente para dejar pasar a su princesa rápidamente.
-Hay que darles su espacio... Syaoran, ve con ella –Fay lo animó tomando su lugar en proteger la tienda.
El muchacho echó una mirada de soslayo a la otra pareja.
-Si tanto desean saber, pueden espiar, pero no respondo por sus vidas si me doy cuenta, si veo sus cabezas de gatitos curiosos –les advirtió y sonrió malévolamente dándoles la espalda y echando a un lado la tela de la tienda que hacia de puerta, entró. Miró dentro, su esposa se había puesto cómoda...
-¡De cualquier forma no iba a hacerlo! –gritó enojado el de ambos ojos castaños, notoriamente enojado debido a los nervios.
-Les ayudaremos a llegar al castillo –habló el padre de los jóvenes-. Una vez recuperada la sede, será más seguro enfrentarlos.

Luz y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora