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De muy lejos, no sin dificultad, atravesaron las distancias plagadas de enemigos saliendo apenas salvos con un mínimo de bajas. La princesa del reino aliado con su candidato y una pequeña fracción de sus soldados arribaron al caer la tarde. Se les atendió sin demora. El candidato de aquélla princesa rechazó cualquier atención hacia su persona y se alejó del castillo para observar los alrededores. La princesa en cambio, quería saludar a Sakura cuanto antes. Syaoran les vio hablar juntas en el comedor principal donde montaba guardia a un lado de ellas. Cada que la princesa del reino aliado volteaba a verlo, él inconcientemente hacía una reverencia a la par de una dulce sonrisa.
He aquí una parte de la conversación entre las princesas:
-¿Cuántos candidatos te quedan? –dijo la recién llegada.
-Uno solamente –dijo con voz muy baja.
-Es mejor así, solo tienes que cuidar de uno. Cuando eran varios, me quitaba el sueño el hecho de que debiera elegir a uno cuando llegara el día.
-Tienes razón –Sakura se sonrió.
-¿Es él? –Miró a un lado de Sakura quien por respuesta hizo silencio y se le cubrió de rubor el rostro-. Ambos son idénticos, el tuyo y el mío... solo en apariencia –añadió al ver que Syaoran la reverenciaba por centésima vez.
-Nosotras también somos iguales, se siente como si mirara al espejo –Sakura agregó al no ocurrírsele nada más.
-Debe ser en razón a nuestra ascendencia, somos de la misma familia –la princesa recién llegada no prestó mucho cuidado en parecerse a la princesa del reino de Luz.
Hizo acto de aparición en el comedor el otro candidato, idéntico a Syaoran. Esperó en la entrada a ser llamado. Su princesa le vio y se demoró a propósito en dejarlo acercarse.
Ese rostro joven carecía de sonrisa o dulzura, más bien parecía no mostrar emoción alguna. Frente a su princesa, inclinó el rostro hasta el suelo y lo besó permaneciendo así como un minuto o cinco según calculó Syaoran. Le pareció una eternidad porque el tiempo daba el efecto de haberse detenido. Todas las miradas se habían dirigido a ese muchacho, conteniendo las respiraciones; hasta que la princesa del reino de Fuego consideró que era ya suficiente de que se honrara el suelo que tocaba con sus pies.
Ambas princesas eran distintas. Una siempre gentil, amable, alegre, ofrecedora de amor y cariño; mientras que la otra era más bien calculadora, severa, estricta y no dejaba ver sus emociones claramente.
Lo mismo ocurría con sus candidatos: si uno era alegre, solícito para ayudar, torpe para reverenciar, hasta irrespetuoso al no pedir mandato para asistir a su princesa en lo que ocupara; el segundo se mostraba distante, tragándose sus propios deseos, pero siempre alerta a cualquier peligro que asechase a su princesa.
Ambas princesas se llamaban: Sakura y ambos candidatos: Syaoran.

Luz y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora