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La caravana hizo una pausa para descansar a sus caballos y para replantearse la situación y ver qué podrían hacer, cuál sería su siguiente paso a dar, en ello dejaron que las princesas durmieran un poco, solo era Kurogane quien montaba guardia. En medio de tanta presión y que a nadie se le ocurriera un buen plan, escucharon una sola frase de labios de la señora madre de los candidatos:
-Todo va a estar bien.
El par de esposos había mantenido una actitud silenciosa y se contenían hasta lo imposible por abrazar a sus niños, quienes al oír esto solo se preguntaron a sí mismos de dónde venía su valor para pronunciarlas, después de tantos y tantos años en que habían estado hechos prisionero, lo último que se esperaba era escuchar palabras de aliento de quienes habían rescatado en lugar de ser al revés.
Ésta magnífica atmósfera fue rota repentinamente por la voz de Kurogane, quien había descubierto a un individuo montado en un burrito, que al parecer les estaba siguiendo los pasos.

Dos semanas antes...
-Por aquí cariño, deprisa.
-Allá voy, amor.
Un muchacho de ojos castaños ayuda a una joven a bajar desde su ventana, abajo sus pocas pertenencias están compactadas en un par de baúles.
Sin más compañía que el uno al otro, se aventuran a un viaje en el que pretenden alejarse lo más posible de sus hogares, donde sea con tal de estar fuera del alcance de los que les impiden estar juntos.
Van cabizbajos pero firmemente decididos a no separarse. A los dos días de camino el hambre comienza a reclamarles pero no voltean atrás. Están en un territorio completamente solitario, ni un alma a varios kilómetros o eso creían ellos hasta que al anochecer un hombre los despierta.
-Disculpen, ¿son una pareja cierto?
El hombre era un anciano de rostro bonachón, que los miraba con compasión desde hace unos minutos preguntándose si sería lo correcto despertar a la hermosa pareja que se abrazaba por proporcionarse calor uno a otro.
Ellos abrieron los ojos, no tanto por la perturbación, sino por el agradable aroma a comida y el fuego encendido.
-La cena está lista mis jóvenes enamorados.
El estómago les rugió antes que pudieran darle las gracias.
-¿Y a qué se debe el motivo de su viaje? –les preguntó el hombre mientras los observaba comer, para hacer conversación. A lo que el par de jovencitos contaron su historia: huían de su hogar pues sus padres no aprobaban su compromiso, que no eran esposos y no había forma de que se casaran si sus progenitores estaban en contra. El anciano los escuchó con mucha atención. Al final del relato se hizo silencio y él se levantó, buscó en un roído morral que llevaba, para sacar un pergamino.
-Casualmente tengo permiso especial para hacer enlaces matrimoniales en esta zona, permiso que expirará en unos cuantos días. Si ustedes están dispuestos claro, pero no será válido su matrimonio sino vuelven a casa y lo cuentan con sus familias.
Esta simple historia tuvo un final feliz después de todo y en agradecimiento ellos le rogaron que los acompañara a casa, donde al arreglarse las cosas le ofrecieron un burrito al anciano para que prosiguiera su camino.
-Gracias, me será de alguna ayuda para encontrar a las personas que estoy buscando.
-¿Quiénes? –le preguntó la mujer con curiosidad.
-Un par de parejas que necesitan casarse lo más pronto posible para recibir una bendición especial, prometida desde tiempos de sus ancestros, y no tienen quién les una en matrimonio.
-¿Las conoce, a las princesas de Luz y Fuego?
-No, pero sé que daré con ellos de alguna manera por ese territorio, fue una visión que tuve desde pequeño hace ya mucho tiempo y me he preparado durante toda mi vida para eso solamente, sé que se trata de algo importante y que es mi misión.

Y estaba allí ahora, plantado frente a Kurogane saludando a los viajeros que buscaba, justo cuando los primeros rayos del sol bañaban con su luz la tierra. Mostró su permiso antes de cualquier presentación, con lo que lo recibieron de buen agrado.
-Nos ha salvado.
-Al contrario, es para mí un honor conocerlos al fin... Antes de iniciar, si alguno de ustedes considera que ha hecho u ocurrido algo por lo que no se consideren puros, pasen conmigo aparte.
Los Syaoran y las princesas lo consideraron un poco, debido a la prisa que tenían se sinceraron en el acto. Todos ellos hablaron un rato con el anciano sacerdote de cosas que consideraban en sí mismos errores... pero que en realidad demostraban en gran medida su nobleza. El anciano los escuchó y les absolvió de toda culpa, mirándolos con cierta ternura si cabe. E inmediatamente después pidió a los cuatro que se acercaran para oficiar sus bodas y a los otros los invitó a ser los testigos. No está por demás mencionar que hasta el rey prisionero se unió a su felicidad, pues no tenía remedio, era ciertamente contagiosa.
Terminada la ceremonia, el anciano sacerdote les anunció lo que con ansiedad querían oír.
-Tengan confianza en que lo que ustedes deseen se volverá realidad. Los dones los han recibido, están dentro de ustedes. Utilícenlos para el bien y no les serán retirados. Deben proseguir con la norma de mantenerse puros pero ahora con la única diferencia de que pueden tomar a su esposo o esposa... solamente. A nadie más –agregó en una mirada hacia los padres de los jóvenes-. Lo siento, es lo que se me ha dicho –pero sin esperar respuesta pues el tiempo apremiaba, añadió-: el fuego es para hacer justicia, trae consigo el combate y la guerra, con ese poder todos sus enemigos serán sometido y el que se resista será juzgado... en otras palabras: morirá. La luz: ese poder es semejante y distinto a la vez, quienes queden bajo ella serán bendecidos con la paz y prosperidad, hará las tierras fértiles, curará las pestes, toda herida o enfermedad, iluminará y purificará las almas de quienes se dejen inundar de ella y, aquellos que se resistan deben ser atravesados por la espada de fuego. Eso es todo, de momento. En cualquier caso, sé que nos volveremos a encontrar en caso de que surgiera algún problema o dificultad. Ya es hora de que prosigan su marcha, sus animales están en perfectas condiciones para continuar. Solo recuerden lo que les he dicho. Y entonces... ¿por qué no se animan a darse un abrazo, tomarse de la mano o un beso? Ya son marido y mujer –soltó el anciano con una carcajada-. ¿No es lo que han estado esperando desde hace mucho poder hacer?
Los cuatro estaban tan emocionados que todavía no reaccionaban, no captaban o era demasiado bueno para ser verdad. Se miraron entre ellos y se tomaron de las manos. Disfrutaron un segundo de la sensación que aquello producía en sus cuerpos, para que al levantar la vista a dar las gracias al hombre, él ya no estuviera allí. Fay y Kurogane los hicieron volver a la realidad, era hora de partir inmediatamente.

Luz y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora