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Tomó mi mano y me saco del salón donde estábamos, en la recepción no había nadie, pero todas las llaves de las habitaciones estaban sobre una mesa para que los invitados puedan ocupar cualquiera de ellas.

—Parece que Arm pensó en todo —afirme observando las llaves.

—¡Quizás sabía que te encontraría! —exclamó ese hombre sonriendo.

Luego de tomar una de las llaves corrimos al ascensor, el apretó el número del piso y cuando las puertas se cerraron me empujó contra la pared, no podía dejar de mirar la manera en la que mordía su labio inferior mientras se acercaba a mi.
Extendió una de sus manos, y apoyo un dedo en mi pecho deslizandolo lentamente hacia arriba, hasta llegar a mi cuello, sujeto con fuerza mi nuca y comenzó otra vez a besarme, pero esta vez de una forma desesperada al igual que yo, que solo deseaba llegar a la habitación para poder quitarle todo lo que tenía puesto.

Dejamos el elevador caminando por el pasillo sin poder separarnos de los labios del otro, llegamos a la puerta de la habitación y cuando la abrí las únicas luces que se veían eran las de la ciudad y el cielo a través de los enormes ventanales de ella, desde ese momento todo parecía continuar en cámara lenta, sus brazos rodeandome por detrás, desabotonando uno por uno los botones de mi camisa mientras sentía sus labios en mi espalda, hasta que me la quitó por completo, volteandome hacia el, para volver a besar mis labios lentamente, al mismo tiempo que sus manos desabrochaban el cinturón de mi pantalón y las mías hacian lo mismo con los botones de su camisa.

Nuestros pies nos guiaban a la cama mientras que nos deshaciamos de la ropa que nos quedaba, un sillón nos detuvo en el camino, entonces el comenzó a bajar con sus labios hasta mi pecho y mi ombligo para quitarme la ropa interior por completo mientras apretaba con fuerza mis glúteos.
Sacó el sillón del camino empujándolo, y continuamos nuestro camino hacia la cama, el único lugar de la habitación dónde la luz del exterior iluminaba bien, me tiró en ella y se quitó su ropa interior para poder lanzarse sobre mi, volviendome a besar de una forma desesperada, podía sentir su erección en mis muslos y el sentía la mía, mientras empezaba a  mover su mano lentamente, preparandome.
Y cuando aquel movimiento empezó a acelerarse ya no pude contener mis gemidos, mi respiración era cada vez más agitada y mis manos rasguñaban su espalda mientras el jugaba con mis pezones.

—Dios me estas enloqueciendo, déjame ver tu rostro —dijo marcando sus dientes en mi pecho—. Quiero ver tu rostro —afirmó, e intento quitarme el antifaz, pero lo detuve.

—Todos tenemos secretos —dije sonriendo—. Solo mantengamoslo asi.

—Esta bien —respondió y siguió marcando mi piel con sus labios.

Su mano, la que se había detenido antes, comenzó a moverse otra vez, cada vez más rápido, obligandome a contenerme por un instante, aunque no por mucho, ya que no podía aguantarlo más, quería sentir a ese hombre dentro de mi.
Entonces lo voltee para sentarme sobre el, tomé su miembro totalmente erecto y lo puse dentro de mi, dios esa sensación, ese placer tan indescriptible, tan adictivo, nunca me había imaginado poder sentirlo de esa forma, pero realmente me enloqueció la manera en que sus manos apretaron mi cintura con fuerza al entrar completamente dentro de mi, sus gemidos al moverme encima suyo, la forma en la que me besaba y como apretaba cada parte de mi cuerpo con fuerza me encantaba, me estaba volviendo loco, cada segundo se volvía más excitante.
Levantó su torso y volvió a envolverme en sus brazos, podía sentír su respiración en mi pecho y mi miembro frotándose contra su abdomen. Nuestros gemidos retumbaban en la habitación cada vez más constantes, mi cadera comenzó a acelerar aún más el vaivén, haciendo que mi miembro se frotara aún más rápido contra el, estaba a punto de venirme, entonces el puso una de sus manos en mi cuello, acercando mi rostro al suyo, y beso mis labios, mordiendolos de una forma en la que solo me daba más placer.

SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora