Bajo un cielo de nubes blancas

Viviendo al límite (Parte 2)

Macarena se vio arrastrada por una tentación más fuerte que ella y terminó cediendo al encuentro con Zulema en el baño del restaurante. Cuando ingresó en el cuarto compuesto por divisiones de madera donde se encontraban los retretes, la morena ya la esperaba en el último compartimento.

—Rubia, aquí. —la llamó la mujer mayor haciéndole una seña con la mano.

Maca sacudió la cabeza y sonrió, no podía creer las locuras que hacía por no saber resistirse a Zulema y a todo lo que le provocaba, tanto física como emocionalmente. Suspiró antes de dirigirse hacia ella, pero finalmente permitió que sus pies caminaran casi por voluntad propia hacia el cubículo donde se encontraba su socia.

—Zulema, van a llevar la comida a nuestra mesa y nosotras no vamos a estar ahí. —dijo la rubia cuando la morena tiró de su brazo y cerró la puerta del compartimento con ambas adentro. —Además, alguien puede entrar al baño, yo creo que es mejor que salgamos.

Zulema ignoró sus palabras y se fue directo a su cuello a atacarla con pequeños mordiscos. Macarena no pudo evitar gemir y sentir nuevamente esa excitación entre sus piernas que antes la había obligado a levantarse de su mesa e ir hasta allí. No sabía controlarse cuando de la otra mujer se trataba, le causaba tantas cosas a su cuerpo y a su corazón, que aunque quisiera parar, no podría. Los labios de Zulema se encerraron sobre un punto sensible justo debajo de su oreja, y de la boca de la rubia se escaparon un par de jadeos y un gemido agudo. Sus mejillas automáticamente se tiñeron de rojo, no por haber gemido así delante de la morena, eso ya no era nuevo entre ellas. Pero sí porque sabía que se encontraban en un lugar donde cualquiera podría entrar en el momento menos esperado.

—Haremos esto rápido. —informó Zulema deteniendo sus besos un segundo para poder mirarla a los ojos a la vez que una de sus manos comenzaba a abrirse camino por debajo del vestido de su compañera, una sonrisa traviesa formándose en sus propios labios mientras lo hacía. —Termináremos justo a tiempo para comer.

—Dios. Estás loca. —echó su cabeza hacia atrás y separó un poco sus piernas cuando la mano de Zulema subió por su muslo desnudo y rozó su entrepierna por encima de sus bragas.

—Yo no te obligué a venir, rubia. —sus dedos presionaron sus pliegues todavía cubiertos por la tela de su ropa interior, pero incluso con las bragas de por medio, Zulema pudo sentir la humedad que ya desprendía su coño. —Esto te gusta. —le susurró al oído y aprovechó para mordisquear el lóbulo de su oreja. —La adrenalina y el peligro te ponen, siempre lo han hecho, lo sabes.

—Sí... aahhh. —un profundo jadeo se escapó de su garganta cuando sintió que Zulema movía la tela de sus bragas a un lado para poder tocarla directamente donde tanto lo anhelaba. —Te odio por hacerme sentir así.

—No, me odias porque no sabes resistirte a la tentación. Pero eso no es culpa mía, rubita, puedes irte si así lo quieres. —usó sus dientes para morderla de forma tortuosa en la barbilla y luego bajar con sus labios por la piel de su cuello.

Maca quiso protestar ante sus palabras, pero no pudo hacerlo porque en el fondo sabía que estaban cargadas de verdad. Ella tenía la libertad para irse, no solo de aquel baño, pero de la vida criminal que vivía junto a Zulema, todavía estaba a tiempo de cambiar su futuro y vivir de forma más honesta y tranquila. Pero si no lo había hecho, era simplemente porque no quería renunciar a lo que sentía cuando estaba con la morena, así no pudiera ser capaz de confesar sus sentimientos o aceptarlos abiertamente.

—Zulema, hazlo, por favor. —suplicó la rubia al sentir los dedos de su socia jugando en la entrada de su canal. —Lo necesito.

—Mírame. —usó la mano que tenía libre para tomar el rostro de la mujer más joven entre sus dedos y obligarla a que la mirara a la cara.