Socias y nada más

813 67 51
                                    


La voz de Macarena se repetía como un eco torturador en la cabeza de Zulema. Oye, que lo de anoche fue una tontería. Así es como se había referido a la noche que pasaron juntas follando por primera vez. Estúpidamente, la morena pensó que tal vez ese polvo había significado algo más para la rubia. Aunque tampoco podía culparla por actuar con indiferencia, pues si Maca no lo hubiera dicho primero, seguramente habría sido ella la que hubiese fingido que la noche que compartieron no tuvo importancia. A fin de cuentas las dos eran igual de orgullosas, y ninguna iba a aceptar jamás que disfrutaron no solo el sexo, sino también el aspecto emocional de haberse entregado por fin después de anhelarlo tanto tiempo. Y es que joderlo todo era su especialidad, eran incapaces de tener un momento agradable sin arruinarlo después con palabras hirientes. Zulema había rematado al comentario de la rubia con un el sexo entre mujeres está sobrevalorado. Menuda mierda había dicho la mujer mayor a su compañera luego de que la madrugada anterior se dejara ir en uno de los orgasmos más intensos de su vida gracias a la boca de Macarena. Pero el duelo de poder e indiferencia no acabó allí. Para poner la cereza encima del pastel, Maca había dado el golpe final acusándola de ser torpe. ¿Torpe en qué? Se preguntó Zulema mientras recordaba el cuerpo de la rubia retorciéndose sobre la cama como una serpiente mientras la follaba con sus dedos y su lengua. Más mierda. Las dos habían mentido con tal de no dar su brazo a torcer. El orgullo ante todo. Y ahora se lamentaban. Pero era demasiado tarde para volver atrás, el momento se había enfriado, los días habían pasado, y ya ni siquiera podían verse igual a la cara. Todo cambió desde el instante que decidieron cruzar la puta línea roja.

...
Zulema nunca decía a donde iba cuando salía, y Macarena tampoco preguntaba, así no era como funcionaba su relación. No eran pareja, no tenían ningún tipo de compromiso, y ninguna se sentía con el derecho de cuestionar a la otra. Eso, hasta que en vez de faltar unas horas, o como mucho una noche, la ausencia se convirtió en una puta semana. Dos días transcurrieron luego del polvo de Año Nuevo, cuando la morena sin dar mayor explicación se subió al auto con nada más que cigarros y dinero en efectivo en los bolsillos, como siempre solía hacer, y se marchó sin decir a dónde. Al principio, Maca no encontró nada extraño en eso, solo hasta que llegó la madrugada y luego la mañana, y Zulema no regresó a casa, comenzó a preocuparse. De eso ya iba una maldita semana. No había recibido un mensaje de su parte en esos días, mucho menos una llamada con una explicación de su paradero. Simplemente parecía que se la había tragado la tierra. Fue al tercer día que Macarena al fin se animó a llamarla, ya que al principio asumió que Zulema se había ido unos días por la incomodidad que quedó entre ellas después de follar. Joder, que ya ni podían dormir abrazadas como les gustaba. Ese polvo aparentemente lo había jodido todo. Pero luego de que no volviese a casa en todo el fin de semana y tampoco le enviara un mensaje rápido para decirle al menos que estaba viva, la rubia decidió que era momento de asegurarse que todo estaba bien. Fácilmente la mujer mayor podría estar ahora arrestada o siendo perseguida por la policía, y ella sin tener la menor idea. O quizá le había pasado algo malo, había tenido un accidente o cualquier cosa así. Lo cierto era que no tenía idea de nada, y era eso precisamente lo que le preocupaba. Necesitaba saber que Zulema estaba a salvo, había una parte de sí misma que la hacía imaginarse los peores escenarios. Y de solo pensar que su socia había sufrido algún tipo de daño, el estómago se le revolvía y su corazón se arrugaba. Tenía miedo de perderla. Por mucho que le jodiera. Pero, ¿cómo se puede perder algo que no estás segura realmente de tener?

Por supuesto ninguna de las llamadas que Maca hizo dieron resultados. Zulema no le contestó ni una sola de ellas, tampoco los mensajes de WhatsApp que le envió, y la muy hija de puta había desactivado la hora en la que estuvo conectada por última vez. Si estaba bien, claramente la estaba evitando. Y las razones eran obvias. Eso la hizo preguntarse si habían cometido el peor error de sus vidas teniendo sexo. Porque incluso culpando a la droga, diciendo que había sido una tontería, que el sexo entre mujeres está sobrevalorado, y tildar de torpes las habilidades sexuales de la otra, no había forma de deshacerse de lo que había pasado. El recuerdo estaba grabado en sus mentes para siempre, e incluso mirarse a la cara y no pensar en como lucía el rostro de la otra enterrado entre sus piernas resultaba difícil. ¿Cómo podrían hablar ahora sin la memoria de los gemidos que salían de la boca contraria? ¿Cómo prepararían juntas la comida sin el recuerdo del cuerpo de Zulema aprisionando el de su compañera contra la encimera? ¿Cómo coño se suponía que durmieran en la misma cama sin pensar en los besos, las caricias, los orgasmos, la pasión... el amor? Todo se había ido a la mierda.

Bajo un cielo de nubes blancasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora