Nada puede salir mal (Parte 1)

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Más de seis meses habían trascurrido desde que comenzaron su asociación, en ese tiempo habían hecho todo tipo de robos; en casinos, joyerías, pequeños comercios y algunas gasolineras. Pero había llegado el momento de subir de nivel; robar un banco. Un lugar con mucha más vigilancia, mayor seguridad y guardias armados hasta los dientes. En conclusión, un atraco mucho más complicado y riesgoso. Pero era el paso lógico a dar ahora que ya se sentían con la suficiente experiencia para dar golpes más peligrosos. No les tomó mucho tiempo aprender que juntas eran las mejores, por mucho que les jodiera. Durante los robos les pasaba que con una simple mirada sabían lo que la otra estaba pensando, y conectaban de una forma tan increíble, que hasta el momento cada uno de los atracos que habían cometido habían sido todo un éxito. Y por lo mismo pensaron que estaban listas para escalar un peldaño en su sociedad delictiva. Pero por supuesto, este nuevo robo no dejaba de ser un reto extremadamente arriesgado y que requería de mucha planificación.

—¿De verdad crees que podemos hacer esto, Zulema? —preguntó Maca una tarde mientras platicaban acerca del atraco; ella todavía tenía sus reservas sobre del plan.

—¿Vas a echarte para atrás ahora, rubia? —cuestionó la mujer mayor dando una larga calada a su cigarrillo e inspeccionando las armas que tenían frente a ellas en una mesa afuera de su roulotte.

—No es eso, pero tú bien sabes que este plan es peligroso.

—Todo lo que hacemos es peligroso, Maca, ¿acaso no te has dado cuenta? Pero eso es precisamente lo que nos gusta, y lo sabes. Nos pone la adrenalina, el peligro, ese miedo que nos inunda el cuerpo cada vez que estamos huyendo de la policía después de cada atraco.

Macarena quiso contradecir a su socia por el simple hecho de hacerlo, pero lo cierto era que ella tenía toda la razón. No había nada que debatir, a las dos les encantaba esa vida llena de adrenalina y situaciones extremas. Y fue en ese momento que la rubia reflexionó en lo mucho que había cambiado no solo su vida, pero ella misma como persona. Se preguntó en qué momento pasó de querer formar una familia, casarse y tener hijos, a disfrutar de robar y cometer crímenes junto a su peor enemiga. Porque lo más increíble de todo, era que ni siquiera podía decir que estaba allí por el dinero, esa no era la razón principal. Sí, era bueno ganar dinero sin tener que trabajar todos los días en un mismo lugar con un sueldo mediocre y un jefe de mierda. Pero su gusto por los atracos y la vida de delincuencia iba más allá que los euros que ganaban después de cada robo. Lo que les gustaba a ambas era esa corriente eléctrica que las recorría de pies a cabeza cada vez que hacían algo indebido. Era la euforia que sentían después y un calentón que quemaba cada rincón de sus cuerpos recordándoles que estaban vivas, que la cárcel no las había consumido por completo. O al menos de eso intentaban convencerse, porque también estaban las noches de insomnio, los viejos y amargos recuerdos, y todo lo que las dos perdieron en el camino. Sin embargo, todo eso quedaba en el olvido mientras cometían uno de sus atracos. Los malos recuerdos se borraban, el pasado quedaba atrás, incluso el odio mutuo que sentían parecía no importar, y solo existían ellas dos y un par de pistolas.

—¿Iremos antes del atraco al banco? —quiso saber la mujer más joven acercándose a su compañera y mirando las armas que ella revisaba.

—Como siempre, esa es una parte muy importante del plan. —le respondió la morena entregándole un arma en las manos a la rubia. —Dicen que el asesino siempre vuelve al lugar del crimen. Pero en nuestro caso yo diría que el ladrón siempre visita antes el lugar donde va a cometer el delito.

—Esta es nueva. —comentó la menor mirando la pistola entre sus manos.

—Sí, la compré junto con estas otras. —señaló una parte de la mesa con algunas armas pequeñas, pero de excelente calidad. —Esa es más ligera y práctica, pero te aseguro que no quieres recibir un disparo de ella. Dispárala para que la pruebes. —sugirió.

Bajo un cielo de nubes blancasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora