Celos (Parte 2)

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Fue la voz dura de Zulema lo que distrajo a la rubia del beso con el chico de cabello moreno. Se separó un poco de él y se giró para encontrarse a su socia con semblante cabreado y la mirada llena de rabia contenida.

—Tenemos que irnos, Maca. —repitió Zulema ahora que había captado la atención de la mujer más joven.

Macarena frunció el ceño, no entendía a qué venía esta actitud tan inesperada de la morena. Bueno, no era difícil saber que estaba celosa, y por eso su furia. Pero no era propio de Zulema decirle nada, generalmente se tragaba sus sentimientos, y el orgullo evitaba que mostrara cualquier tipo de emoción hacia ella, especialmente en público. Por eso le sorprendió que siquiera se acercara y más aun que le dijese con ese tono brusco que tenían que irse. Además, ¿con qué puto derecho se atrevía a decirle algo? Si apenas unos minutos antes la había visto salir con un tío del bar. ¿Acaso tan pronto había follado con él, y ahora volvía a exigir cosas sobre las cuales no tenía ningún derecho? Su descaro era alucinante, ¿cómo se atrevía a venir hasta ella e interrumpir su momento de intimidad con su acompañante?

—¿No escuchaste, rubia? —se volvió a escuchar la voz de la mujer mayor, y sus ojos se clavaron esta vez en el hombre que todavía envolvía con sus brazos la cintura de Maca. —Suéltala, tío.

—Perdón, pero, ¿qué está pasando aquí? ¿Maca? —cuestionó el chico arrugando el entrecejo sin entender una puta mierda lo que estaba sucediendo, pero joder, es que ni la propia Macarena lo entendía, a decir verdad, Zulema menos; se había acercado en un impulso, y ahora se daba cuenta que quizá hizo mal y no le correspondía a ella darle órdenes a la rubia, pero ya estaba hecho, y no iba a irse de allí sin Maca.

—No está pasando nada. —contestó la morena con desinterés. —Solo necesito irme, y aquí mi... amiga vino conmigo, así que nos vamos juntas. —se metió las manos a los bolsillos de su chaqueta bomber negra para esconder los dos puños apretados que estaba loca por estampar contra la nariz del idiota que aún no soltaba el cuerpo de la rubia.

A Macarena le molestó sobremanera que Zulema hablase por ella y quisiera decirle lo que tenía que hacer. No le gustaba esta actitud suya tan posesiva, al menos no cuando antes había rechazado su compañía y había preferido quedarse con el hombre de la barra. No tenía autoridad ahora para exigir nada.

—Lo siento, Zulema, pero quiero quedarme otro rato. —le dijo mirándola con intensidad a los ojos.

Para la morena esa sentencia fue como un puñetazo en la cara. Sus puños se apretaron más dentro de sus bolsillos y quiso matar al tío que ahora la miraba con suficiencia como si hubiese ganado la partida.

—¿Puedes acompañarme afuera aunque sea un segundo? Necesitamos hablar. —le pidió a su socia haciendo un esfuerzo por controlarse, ganas no le faltaban de reventar al hombre que la acompañaba, pero no quería armar un escándalo en el centro de la pista de baile.

Maca suspiró, si salir un momento a hablar con Zulema iba a detener esta situación tan absurda, era mejor hacerlo.

—No tienes que salir si no quieres, Macarena. —avisó el chico. —Si necesitas podemos llamar a seguridad y que saquen a esta loca de aquí. —habló refiriéndose a Zulema, la morena resopló y enderezó su cuerpo lista para lanzar un puñetazo, Maca sabiendo la tormenta que se podía desatar, se alejó por completo del tío y se disculpó con él llevándose a su desquiciada compañera de casa agarrada de la muñeca; el hombre no parecía haber captado el peligro en el que se metía retando a la mora, y decidió seguir a las mujeres fuera del bar en caso de que la bella rubia con la que había estado bailando toda la noche necesitara algo.

—¿Se puede saber qué mierda te pasa, Zulema? —le preguntó Macarena en un tono de voz bastante alto, su rostro ahora rojo por el coraje y sus puños apretándose igual o más que los de su socia. —¿Perdiste la puta cabeza o qué?

Bajo un cielo de nubes blancasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora