Celos (Parte 1)

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La primera vez que follaron dijeron que no no lo volverían a hacer, y hasta el momento estaban haciendo un buen trabajo cumpliendo esa promesa. Pero contenerse tanto solo provocaba que la tensión sexual se hiciese cada día más fuerte. Tampoco ayudaba que hubieran dejado de dormir abrazadas, o que ya no se besaran como antes. Eso solo aumentaba la tensión y el anhelo de recuperar lo que tenían en un principio. Añoraban las noches abrazadas en su cama, los besos mientras veían alguna cosa en la tele o tomaban alcohol. Pero también deseaban volver a follar, esta vez sin los efectos de ninguna sustancia en sus cuerpos. Sin embrago, todo había cambiado desde aquella noche, la primera y la única que habían tenido juntas. Por supuesto aún seguían culpando a la droga de haberse dejado llevar en esa ocasión. Porque claro, era a más fácil responsabilizar al éxtasis, que aceptar sus verdaderos deseos. Pero las ganas ahí estaban, y las dos los sabían aunque no dijeran nada. Cada noche tenían que prácticamente amarrarse las manos para no buscarse durante la madrugada y fundirse en un abrazo. Cuando cocinaban juntas o hacían algo en casa, evitaban mirarse a los ojos porque sabían que si lo hacían por más de un minuto acabarían follando otra vez. El deseo se les notaba por encima de la piel, se veía en cada mirada, se escuchaba en cada palabra y se podía sentir en cada respiración. Cada vez que discutían parecía más un juego previo al sexo que una pelea. Si estaban planeando algún atraco solo pensaban en los polvos que podrían echar después de ese subidón de adrenalina que les dejaban siempre los robos. Incluso cuando estaban en el techo de la caravana sentadas en las tumbonas mirando las estrellas, fantaseaban con hacerlo allí mismo, bajo la manta estrellada en el firmamento. Pero el puto y maldito orgullo no las dejaba avanzar. Y ninguna de las dos quería ser la primera en ceder, porque eso sería como aceptar que lo sucedido en Año Nuevo no fue un simple polvo sin importancia, sino mucho más.

...
Una noche cualquiera, Zulema decidió que saldría un rato a un bar a tomar un par de cervezas. Maca, aburrida y sin ningún plan para esa noche, terminó invitándose a sí misma a ir con su socia. Como la morena ya iba de salida, la mujer más joven le pidió que le diese algún tiempo para ella arreglarse, y a regañadientes la mayor aceptó.

—Rubia, termina ya, joder, que me quiero ir. —gritó Zulema desde afuera del baño donde Macarena estaba encerrada terminando de alistarse. —Si hubiera sabido que te ibas a tardar tanto me habría largado desde un principio. Es que ni siquiera te invité, hostia. —protestó. —Te invitas sola y luego te demoras una puta eternidad en acabar. ¿Qué tanto necesitas arreglarte para ir a un bar a beber cervezas? —continuó quejándose al no recibir respuesta de parte de su compañera.

Finalmente, Maca salió del baño ya cambiada y arreglada.

—Deja de quejarte tanto, tía. Ya está, podemos irnos. —le dijo la rubia tomando un pequeño bolso de mano y parándose frente a ella. —¿Qué tal me veo? —le preguntó abriendo un poco los brazos para mostrarle su atuendo.

A Zulema le tomó un momento reaccionar, la mandíbula casi se le va al suelo cuando vio el mini vestido negro que llevaba puesto la rubia. Este dejaba al descubierto sus piernas largas y delicadas, tenía un escote descaradamente provocativo y los tirantes delgados apenas cubrían sus hombros. Todo eso acompañado con tacones de aguja, el cabello en ondas naturales cayendo libre sobre sus pechos, y un labial rojo matador.

—¿Por qué... por qué estás vestida así? —la morena hizo un esfuerzo por disimular su impresión, pero estaba segura que su titubeo la había delatado, y la sonrisa casi burlesca en los labios pintados de Macarena se lo confirmó; joder, las ganas que tenía ahora mismo de deshacerse de ese labial comiéndole la boca.

—¿Qué tiene? —encogió los hombros y se miró a sí misma para ver si encontraba el problema que Zulema veía en ella. —Me dijiste el nombre del lugar, he ido antes, es como una discoteca, y hoy me apetece bailar, así que quise arreglarme para la ocasión. ¿Cuál es el problema?

Bajo un cielo de nubes blancasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora