Capítulo 24: El hombre de mis sueños

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—No quiero regresar— le dije a Matteo desde mi hamaca sobre el mar de un paraíso en medio del Caribe

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—No quiero regresar— le dije a Matteo desde mi hamaca sobre el mar de un paraíso en medio del Caribe. Desde la suya me contestó.

—Quedémonos a vivir aquí— dijo. Reímos.

—En ti me puedo quedar a vivir— le dije. —Con todo el gusto del mundo.

Escuché su suspiro. —Bienvenida seas.

Todo estaba tan perfecto y tan en calma que no lo podía creer. Habíamos pasado días demasiado increíbles. Incluso discutimos por cosas estúpidas y jamás dejé de sentirme feliz. Matteo era un sueño que me hacía sentir en las nubes.

Luego de un rato, lo volví a escuchar.

—Matteo— lo llamé.

—¿Mmm?

—Qué bello eres.

Se rio —Gracias. Tú también.

—Te voy a escribir una historia, para que sepas cómo te veo— le dije sin jugar. Sus ojos se metieron de lleno dentro de los míos y sentí hasta mariposas.

—Es lo más bello que alguien haría por mí.

—Menos mal, porque soy tu esposa. No me puede superar nadie.

Reímos.

—¿Cómo crees que empezaría?— me preguntó.

—Con tu sonrisa— jugué. Me miró sonriendo con esos orbes azules que me provocaban de todo. —Es broma.

Suspiró relajado.

—Pero si quieres no es broma— dije. Soltó una carcajada.

—Ahora en serio— dijo. Extendió su mano desde su hamaca y yo extendí la mía. Las alianzas se veían hermosas juntas. Nos pertenecíamos.

Y supe la respuesta.

—Con la verdad. Empezaría con la verdad.

Entrelazó nuestras manos y comenzó a jugar con nuestros dedos.

—"Matteo Vega ha respondido tu historia"— traté de imitar una voz neutra.

—Fue al revés. Debería ser "Carolina Díaz ha respondido tu historia".

Reí.

—El orden de los factores no altera el producto.

Suspiró. — Es cierto. ¿Y cómo la llamarías?

Sonreí. Me sabía la respuesta.

—Un Buen Amor.

El sonido de las olas era demasiado relajante. Me levanté y Matteo me abrió los brazos para que me acostara junto a él en su hamaca. Nos mecíamos casi al mismo ritmo del mar.

Dejé un beso sobre su pecho, justo sobre su corazón.

—¿Carolina?

Volteé hacia él con una sonrisa. —Dime.

Comenzó a sonreír de a poco. No pude hacer otra cosa que no fuese imitarlo.

—It was a pleasure?

El corazón me dió un vuelco. ¿Que si había sido un placer? No hacía falta explicarlo, sabíamos que estábamos pensando en el mismo momento en el que nuestros caminos se cruzaron y el porqué de que estuviésemos ahora mismo así. Y asentí, besándolo. Porque conocerlo fue, es y siempre será un placer.

Cerré los ojos con confianza, con calma. Comencé a sentir un llamado, el aire, la rutina. De nuevo, ya no olía a Texas, sino a Madrid. El timbre que avisaba que había llegado a la planta baja me sacó de mi ensoñación. Sonreí.

El viento fresco golpeó mi rostro apenas puse mis pies en la acera. Tomé unos segundos para cerrar los ojos, inspirar y soltar el aire. Cuánto amaba el frío de esta ciudad y mis manos dentro del abrigo dándose calor. Y yo,  siempre, queriendo como nunca comenzar un nuevo día. Un día helado pero que... prometía.

Una que prometía volver a brindarme un segundo despierta para imaginar una historia que poder contar. Una historia que otra persona en el mundo también estaba imaginando. Algo que ni yo sabía, se estaba por hacer realidad. Pensé en ello mientras me adentraba  al bullicio y a la gente de Madrid. Familias que llevaban a sus hijos al colegio, gente juiciosa entrenando sus cuerpos mientras escuchaban música y gente que,  como yo,  se abría camino hacia el metro para ir al trabajo.

Y comencé a escribir, por fin, el libro de mi vida con el hombre de mis sueños. Y la yo de mis sueños, que al fin había abierto las alas.




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