Capítulo 20: Te voy a morder

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Carolina Díaz

—Cariño, ¿para cuándo tienen pensado realizar la boda?— escuché a la madre de Matteo preguntar. Nos había invitado a todos a su casa para poner el árbol de navidad.

Me tensé. Ay. Estos temas a mí me ponían nerviosa.

Sentí las manos cálidas de Matteo pasearse por mi espalda. Pronto sentí su beso en mi frente y sus ojos clavándose en los míos mientras me regalaba una sonrisa. Esa sonrisa tan pero tan hermosa.

— Te amo — me dijo. Asentí.

— Te amo — dije en mi idioma materno. Eso hizo que se le marcaran los hoyuelos de la sonrisa que me dio.

Suspiré. Él siguió su camino hacia el garaje para buscar el resto de la decoración con su padre.

Cambié mi chip del español al inglés y le contesté a su madre.

—En realidad no hemos hablado de eso aún. ¿Eso está mal?— pregunté de vuelta con una sonrisa.

Ella negó con la cabeza. —Eso está muy bien. Me da la impresión de que ustedes se lo toman con calma, y honestamente me parece la mejor forma de llevar las cosas en estos tiempos. Yo albergo la misma emoción, se casen mañana o en dos años.

Y sus ojos me sonrieron. Era preciosa. Tenía ese brillo que su hijo tenía y que a mí me atrapaba.

— Me alegra saber eso, de verdad.

Ella sonrió. Me hizo señas para que la siguiera un momento a la cocina.

—¿Prefieres té o café?— me preguntó sacando unas tazas. Le sonreí recostándome en su encimera.

—Café, gracias.

—Te pareces a esta familia, entonces.

Me reí.

—¿Crees que tu familia venga, linda?— me miró por encima de su hombro mientras buscaba las cosas que necesitaba para preparar el café.

Asentí. — Si no han llegado es porque los estaba reteniendo hace rato. Son muy locos y me quiero disculpar con usted de antemano, ya que lo menciona. Deberían llegar pronto.

Cuando había dicho que nos habían invitado a montar su árbol de navidad, me refería a mi familia: Mis padres, mi hermana gemela y mis amigas.

—Oh, no, cariño. No te preocupes por eso. Queremos compartir mucho con todos ustedes. Fueron increíbles en la cena. Además, nosotros somos igual de locos — me guiñó un ojo y tuve a sonreír.

La observé preparar las tazas de café mientras iba contándome cosas de Matteo: algunas travesuras, aficiones y su comportamiento a medida que crecía. Todo con una sonrisa en su rostro.

—Siempre escalaba las encimeras por las noches, cuando creía que nosotros estábamos dormidos, para comer dulces— me contó. Estallé en risas y ella conmigo.

— Imagínatelo, Linda. Un niño rubio, con pijamas de superhéroes, tratando de parecer uno. Salía con la escoba en la mano pensando que se trataba de un robo y me encontraba con el señorito comiendo chocolates.

Me sequé las lágrimas.

— El señorito... — dije en español.—Yo le digo así.

Ella sonrió.

—Pues suena mucho mejor— sonrió.

Me tendió mi taza y sirvió otras tres, mientras dejaba montada otra carga. Suponía que ella estaba pensando en mi familia. Lo probé y me maravilló el sabor. A mí me encantaba la gente que preparaba buen café.

UN BUEN AMOR (TERMINADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora