Capítulo 4: No me mires, que me ilusiono

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—¿Nos vamos?—Daniel me preguntó

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—¿Nos vamos?—Daniel me preguntó. Me pidió la dirección de mi casa y se la dí. Me tendió la mano. La acepté y, aunque estaba interesada por este momento, una parte de mí estaba sopesando lo que había visto hace algunos segundos. No supe cómo sentirme. Estaba debatiéndome entre la rabia, el sombro, el entendimiento. 

Pero qué ilusa había sido. Estábamos a miles, miles y miles de kilómetros. Por supuesto que algo así iba a pasar. Tarde o temprano. Yo estaba aquí con Daniel. Y si, no es lo mismo. No es mi novio, pero es algo. Estoy con alguien más que, por supuesto no es Matteo. 

¿Cómo debería sentirse uno cuando las ilusiones se le van al caño?

Esto pasaba por tener un crush con varios al mismo tiempo. Claro, una nunca se imagina que por casualidades de la vida va a conocer a su crush súper ficticio y la van a invitar a cenar. La vida también podía llegar a ser una perra. Tal vez no tiene un vido y la para con uno. 

—Dime algo de ti. Algo súper secreto— escuché su voz que me sacó del trance. Estábamos casi en su auto. Se dirigió a abrir mi puerta. Reí y entré. Cuando él estuvo detrás del volante, hablé. 

—¿Y para qué quieres saber tú uno de mis secretos?

Encogió los hombros. 

—Es bueno conocer bien con quién hablas, con quién te rodeas. Cuando las personas se conocen y socializan, me da la impresión de que dejan de ser ellos. En algún punto, sabes que finges. Tal vez no en mal sentido. Pero es muy raro ser uno mismo cuando estamos con otras personas. Supongo que quiero cambiar eso, comenzando por mí.

Alcé las cejas. 

—Guau. 

Asintió y encendió el auto. 

—Comenzaré yo, entonces. 

Asentí. 

—Te he visto varias veces en el metro. 

Abrí los ojos desmesuradamente. 

—¿Y hasta ahora vienes a contarme eso?

Fue su turno de reír. 

—Si. En una que otra ocasión quise hablarte, porque me pareces familiar. No sé por qué. Pero siempre estabas leyendo, así que tejaba en tu mundo. 

O sea, que lo que yo había estado esperando desde que me mudé a este país si estuvo muchas veces por pasar, y por estar leyendo no pasó nada. Nunca me habló. ¿De cuánto puedo perderme leyendo? ¿Cuántas cosas dejo pasar mientras me sumerjo en un libro? Está bien pensarlo, asimilarlo, pero creo que no lo cambiaría. 

Después de todo... lo que tiene que pasar, pasa. ¿No? Él está aquí y ahora. Si pudo ser al final. 

—¿Te parezco familiar?— puse cara de perdida en el espacio. 

UN BUEN AMOR (TERMINADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora