En 2020, hasta julio, al menos 328 niñas menores de 14 años dieron a luz.
Caribe llevó a Latina a su hogar. La chica estaba destruida. Había llorado por tanto tiempo que ya ni siquiera salían lágrimas, solo hipeaba y sollozaba ruidosamente, exasperando un poco a Caribe.
Estamos aquí para apoyar, no para juzgar.
Caribe le había dado agua y había dejado que Latina se acostara en su cama hasta que se sintiera mejor. Se preocupó cuando Latina resbaló de la cama y le gritó a Caribe cuando ella intentó ayudarla. Latina llevaba horas acostada en el piso.
Caribe no sintió otra opción. Llamó al resto del club para que la apoyaran. No era ni de cerca psicóloga, no sabía lidiar con la influencer.
Suspiró con alivio cuando el timbre de su hogar sonó. Sus padres no regresarían del trabajo hasta dentro de un par de horas, por lo que Caribe sabía que eran sus amigas.
—Está en el piso. Llorando como si de eso dependiera su vida —informó Caribe a las chicas—. No sé qué hacer. Ya intenté todo. Le di agua, le di comida, intenté hacerla reír, puse su programa favorito en la tele, le sugerí hacer un video para sus redes... Nada funciona.
Delhi colocó una mano en el hombro de Caribe mientras Lima y Kinsasa entraban a su habitación.
—Cari, a veces lo mejor que puedes hacer es nada. —Delhi sonrió con tristeza. —Cada mujer es distinta. A algunas les funciona llorar, a algunas les funciona insultar, a otras comer, y a otras reír. La mejor manera de apoyar a alguien es no juzgar y hacer lo que ella te pida que hagas. ¿Quiere que te vayas? Te vas. ¿Quiere que te quedes? Te quedas.
—Sí, pero Latina no está hablando. Solo me grita cuando intento tocarla.
—Entonces no la toques. No le hables. Solo necesita que estés con ella.
—¿Cómo?
—Así. —Delhi señaló a Lima y Kinsasa.
Ambas chicas estaban acostadas en el piso, una de cada lado de Latina. Miraban al techo, contemplando su existencialidad. Sus manos estaban sobre sus estómagos, guardando cierta distancia de Latina pero estado lo suficientemente cerca para que ella sintiera el apoyo.
Por primera vez en la tarde, Latina había relajado sus sollozos. Seguía hipeando como niña pequeña, pero Caribe sabía que eso tardaría varios minutos en desaparecer.
Caribe suspiró. Tenía mucho que aprender todavía.
Rodeó a las chicas en el piso y movió su cama para tener más espacio. Delhi y ella se acostaron, formando algún tipo de estrella con sus cuerpos. Sus cabezas estaban cerca de las demás, justo al centro de la habitación. Lo único que se escuchaba eran los hipidos de Latina y las respiraciones del resto.
Fue difícil saber cuánto tiempo había pasado cuando Latina decidió hablar.
—Estoy embarazada —susurró temblorosamente.
Caribe no sabía qué responder o si Latina quería que ella respondiese.
—Sí —contestó Lima por ella.
—Estoy embarazada —repitió Latina.
—Sí —repitió Caribe.
—Y mi papá me echó de la casa.
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El Club de las Culpables
Genç KurguCaribe se embriagó y alguien tuvo sexo con ella en ese estado, sin su consentimiento. Pero ella tenía la culpa, ¿para qué se embriagó? Delhi sufría de acoso constantemente. Pero ella tenía la culpa, ¿para qué usaba faldas cortas? Kinsasa descubrió q...