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Es verano, es Busan. Y Jungkook conoce a Kim Taehyung, y tiene la certeza de que lo que lleva por dentro se siente, por primera vez, como amor genuino.
Pero el verano se acaba y la suya es otra de esas historias entre mile...
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Wheein lo observó suspirando, la seriedad inundando su rostro. Su mejor amiga tenía ese don que solo las personas que te aprecian de verdad poseen, ese que la hacía capaz de enumerar, sin tener que darle una mirada más, detalles en él que ni el propio Taehyung había notado; ese que la hacía llegar en el momento justo cuando la necesitaba, ese que la hacía aparecer con la comida que se le estaba antojando ese día, ese que le permitía decirle las cosas con la dureza o el ánimo justo para que él supiera que ella iba a estar allí frente a cualquier situación.
No hubo palabras, ella no las necesitó para saber. Con una simple mirada Wheein había notado que había cosas cambiando y moviéndose en su interior, y que por supuesto, tenía que ver con Jungkook y con todo lo que le hacía sentir. Así que todavía sentada en los escalones de piedra de la entrada, se puso en situación.
—Tenemos que hablar, y esta vez es ese "tenemos que hablar", Tae —ella dijo.
—Está bien —murmuró él mordiéndose los labios y descolgando el bolso que había llevado a la playa y que ahora tenía arena pegada.
Se sentó a su lado, y ella rebuscó una bolsa plástica a sus espaldas. Le tendió una cerveza. Brindaron, y luego del primer sorbo comenzó.
—¿Qué pretendes Kim Taehyung? —le preguntó.
—¿Con qué? —murmuró él confundido.
—Llevamos dieciséis años en esto de ser amigos ¿Cierto? —Taehyung asintió —Desde que esto empezó, desde que golpeaste a ese niño por mí y prometí apoyarte siempre, desde que los años difíciles comenzaron para ti y me empeñé en cubrirte y alentarte, jamás creí que iba a tener que decirte esto...
—Wheein —suplicó Taehyung.
—No, espera. Déjame decirlo —él comenzó a retorcer sus dedos, nervioso —Cuando me dijiste que habías conocido un chico hace unas semanas, creí que solo era un comentario al azar, que querías hablar de otra cosa que no fuera el dolor que te producía lo de la abuela. Cuando dijiste que tal vez volverías a verlo, te dejé ser; porque creí que sería como siempre, que tantearías el terreno y pasaría lo usual. Un segundo de valentía y un beso, un rechazo o tal vez un idiota intentando aprovecharse de la situación. Pero que terminaría después de dos o tres encuentros a lo mucho, y que nos reiríamos o soltaríamos maldiciones... Pero mírate, Tae. Sé que también lo has notado.
—No, yo no-
—Son casi las once de la noche, y llegas con aspecto de haber tenido un desborde de emociones, pero igual sonríes y te ves como una seda, totalmente relajado y suave ¿Sabes por qué? —él se limitó a callar —Porque estás enamorado. Y no digo que esté mal, Tae. Es bueno que salgas, que pases tiempo con una persona que te hace sentir cómodo, que te da tu espacio y a la cual le gustas por lo que eres. Pero no te hagas esto.
