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— ¡Hazlo!—gritó haciéndome gruñir por el aturdimiento—. ¡Hazlo, Danforth!

Respiré hondo y sujete el arma con seguridad, toqué el gatillo y enfoque el blanco. La gélida brisa soplaba y rozaba mi rostro, tenía la punta de la nariz fría y el pulso acelerado.

Tú puedes hacerlo, Vellty.

Hazlo, imbécil.

Hazlo.

Volví a bajar el arma resignada y cerré los ojos.

Maldito sentimiento de inseguridad en mi pecho. Todo se reducía en justificar mi viaje al infierno, disparar con precisión ¿qué más daba? De todos modos, estaba en un lugar peor que las propias brazas de lucifer, donde una gota de sangre derramada no significaba más que un gusto por placer carnal o justicia retorcida.

—No puedo—gruñí y me acerqué a Fiore—, no puedo hacerlo, lo siento.

Él me miró y se cruzó de brazos, para ser un profesor amargado y obsesionado con las armas parecía ser joven.

—Eres una vergüenza, Danforth—negó y me extendió la mano, estaba por entregarle el arma cuando unas risillas burlonas me lo impidieron.

—Déjame enseñarle cómo se hace, Fiore—era Madness, con su manera tan ególatra de expresarse.

Me volteé a verlo con el arma en la mano, el chico me miró con una ceja alzada queriendo intimidar, pero no lo logró, lo único que me dio fue risa.

Habían pasado dos largos días desde el juego, dos días donde las clases me hicieron perder el rumbo, dos días donde lo único que hice fue regocijar mis pensamientos en espesa sangre. Eran charlas nocturnas, entrenamientos y comer como pavo.

Madness se acercó al cajón donde estaban guardadas las armas y sacó una; ese lunes por la tarde se veía fresco, su bien peinado cabello estaba desordenado y su estilo indicaba todo... menos tener aires de asesino. Muy bien se podría confundir con los chicos del equipo de fútbol de mi antiguo instituto.

—Observa y aprende, cielito—me guiñó el ojo y sin avisos disparó estando en una posición tan relajada, dando justo en el centro rojo del tablero. Sonrió, satisfecho, y volvió a presionar el gatillo, esta vez dándole a un pájaro que se encontraba detrás de un árbol—. Es muy fácil.

—¿Fácil? Eso díselo a la presión del gatillo.

—Es fácil, querida, la débil aquí eres tú—sonrió.

No le respondí, pero por dentro me quemé de la rabia por su estúpido comentario, quizás si la mirada tuviera poder lo hubiese matado con dagas directas al corazón ¿la razón? Ninguna. Quizás por el placer de que cerrara esa boca y dejara de soltar palabras.

Tenía mucha suerte que en esa área del jardín se encontrara Fiore... porque sino fuera arremetido sobre él con todas mis fuerzas. Aunque era más probable que él me despellejara a que yo buscara un cuchillo para enterrarlo en su garganta.

Dejé de pensar y regresé a mi posición, sujetando el arma y dispuesta a presionar el gatillo. Madness se reía a mis espaldas mientras yo blanqueaba los ojos. Respiré hondo, por detrás escuché a Fiore dando órdenes, mi pulso se volvió a descontrolar, y al primer intento disparé... dando justo a la nada.

— ¡Ah!—gruñí y negué para mí misma.

—Uhm... ¿Lo has visto también, Fiore? Toda una decepción—habló el chico con voz gruesa.

Red - [La Orden Sangrienta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora