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Conté cada segundo que pasaba mientras yo seguía encerrada ahí, con un dolor en la espalda, incomoda hasta decir basta, respirando el dióxido de carbono que expulsaba mi cuerpo cada que respiraba, con los músculos entumecidos...

Me había cansado de gritar e incluso, golpee la lámina que separaba los asientos traseros de la maletera, pero nada funcionaba, cuando respirar se me comenzó a dificultar sentí que habíamos frenado. Escuché el sonido de unas puertas abriéndose y luego cerrándose al unísono. Traté de respirar hondo porque mi destino era incierto.

¿Qué pasará, eh?

¿Qué esperas, Vell?

¿Morir?

La maletera se abrió revelando el rostro de un chico, estaba serio, con el ceño fruncido y la frente levemente arrugada, su mirada transmitía molestia, me lanzaba dagas con los ojos como si yo fuese una especie de carnada. Cuando intenté gritar sentí como si me hubieran cortado las cuerdas vocales, no me salió más que un grito ahogado por la sorpresa.

Una sensación armaga me recorrió la garganta como la propia bilis del vomito lo hubiese hecho; Ailey estaba detrás del chico, con los brazos cruzados y la mirada baja, expulsaba hasta por los poros la culpabilidad... Pero ¿de qué?

—Baja—me ordenó el chico con voz autoritaria, el cabello le caía en la frente y lo hacía ver como un psicópata, la vena de la sien le sobresalía y tenía la quijada marcada. Me le quede mirando como si me estuviese hablando en mandarín.

Él gruñó y se alejó dejando la maletera abierta.

—Danforth baja de allí—hablaba la voz del engaño, Ailey.

Me cubrí la cara con las manos y rezongué en voz baja, luego salí de la maletera a tropezones logrando pisar..., la tierra. Estaba en una carretera de tierra rodeada de árboles, subí la mirada y vi el oscuro cielo, no había rastros de estrellas. Como si la tormenta estuviese por llegar o acabara de pasar.

—Danforth yo...—intentó decir la chica, pero la callé con un grito.

— ¡¿Qué carajos está pasando aquí, Ailey?! —me acerque a ella desafiante, pero bajó la mirada—¡¡Habla de una buena vez!! ¿Piensan vender mis órganos ah? ¿Necesitan dinero?

—No te va a decir nada. Relájate fiera—contestó el chico en voz alta y lo voltee a ver, estaba apoyado de un árbol—. No la riñas, solo está siguiendo órdenes.

—Oh, pero si mi secuestrador salió a su defensa.

Él sonrió y miró a Ailey.

—Nadie te ha secuestrado, Danforth—habló ella.

—Joder... ¿También se te olvidó mi nombre o qué? —le pregunté molesta.

El chico comenzó a aplaudir de la nada, como si estuviese viendo el mejor espectáculo de su vida, lo único que le faltaba era silbar para hacer de su acción más ridícula.

— ¡Sabía que eras magnifica, Riddle!—siguió aplaudiendo para luego detenerse en seco—. Pero sacarla aquí fue mala idea, reconócelo. Debíamos entrar y luego actuar, pero ¡Aquí no! ¿Quieres matar ciervos, eh? ¿Esa era tu idea?

—Cállate de una buena vez, Nilsen—vociferó volteando los ojos—. ¿Acaso querías que se nos muriera asfixiada?

— ¡Por supuesto que no!—negó exaltado para luego sonreír de manera diabólica—. Fuese sido una muerte muy común ¿no? Las torturas son más divertidas y de mi estilo, —dijo orgulloso.

Red - [La Orden Sangrienta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora