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Hennings me observó detenidamente por unos largos segundos, no mencioné nada, estaba muy quieta. La oscuridad de la habitación lo hacía ver aterrador, ahí de brazos cruzados y aura diabólica.

—Ah, hola, cielito—su voz varonil y cambiante me hizo fruncir en el ceño.

—¿Qué coño te pasa?—pregunté—. ¡Me asusté por un momento! Imbécil...

El chico comenzó a reír. Si, de la nada sus carcajadas resonaron por las paredes de la habitación, sonaba divertido, pero con un ápice de amargura.

—¿Te asusté?—interrogó entre risas. Pero se detuvo en seco y caminó hasta llegar a mí—. Que bueno, porque era justo lo que buscaba.

Abrí los ojos, sorprendida.

Mi respiración se volvió agitada cuando su mano subió y su pulgar tocó mi labio inferior, rozando, lentamente. Estaba muy cerca de mí.

¡Corre!

¡Sal de ahí!

Estás perdida.

—Tan bonita, y con pésimo racionamiento para elegir—pronunció él, mucho más cerca, su nariz rozando con la mía.

Di una bocanada de aire antes de poner mis manos en su pecho para empujarlo.

—¡Invades mi espacio!—logré decir.

—Anda, Danforth, golpeame—se volvió a acercar. Sujetó mis manos y las dejó en su pecho—. Logra matarme para ver si puedo dejar de pensar en tu existencia.

Me quedé viendo sus ojos oscuros, muy profundos y atrayentes.

—Pegate el fusil tú solo—rodé los ojos, apartando mis manos de él—. No estoy para hacer caridades.

Él sonrió.

—Veo que ya estás avanzando—comentó divertido —. Me resultas más sexy que antes.

—¿Por qué haces esto?—pregunté, un poco fastidiada.

Mi pregunta no pareció sorprenderlo.

—Porque te deseo, Danforth. Te deseo tanto que duele—respondió con voz ronca.

Esquivé su mirada, de pronto sentí la garganta seca y la necesidad del contacto se presentó.

—Ya imagino lo que te duele—chisté.

Hennings negó, su cabello alborotado se movió y dejó salir un largo suspiro.

—Nunca vas a cambiar—una sonrisa de labios cerrados decoró su tallado rostro—. Seguirás siendo la misma. No la Danforth que ahora está pasando por pruebas para asesinar y hacer que nada le afecta, sino la Vellty inocente que luego busca arrepentirse en su habitación, la que le gusta pintar con acuarela y llora cuando algo le sale mal, porque odias que las cosas te salgan mal. Esa chica.

No supe qué decir ante sus palabras. Un escalofrío me recorrió la columna vertebral y electrificó mi cuerpo, despertando hasta el mínimo nervio.

Red - [La Orden Sangrienta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora