Epílogo

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Era un verano en el los Estados Unidos. Una mañana donde los reporteros del clima habían pronosticado que los grados iban a estar muy elevados, siendo uno de los días más calurosos de la estación. Nadie quería salir de su casa sino a comprar hielo, ir a por un helado o salir corriendo a algún lago.

Salvo que, fueras un tipo de psicópata que lleva a su hermano a una cacería. Cómo Kislev. Kislev y Preston Barnes, dos hermanos tan diferentes. Un listillo y un iceberg. Se dirigían a las colinas de Frethman a por una cacería planeada por el chico de ojos grises.

—Esto es mucha vitamina D para mi piel, cabellos locos—el más pequeño de los Barnes, que ahora contaba con dieciséis años, se quejó por enésima vez en la mañana.

—Preston, ya te dije que arriba en la colina no hace tanto sol—le repitió—, y deja de llamarme así.

—Como digas—este blanqueó sus ojos.

Preston Barnes había cambiado mucho en esos últimos seis año. Seguía siendo un listillo, eso nadie se lo iba a quitar por más que quisieran, había ganado muchos títulos en su colegio, tantos que pronto entraría en la universidad. Se decía que era el estudiante prodigio de ese pueblo al que habían llegado de la nada. Sin embargo, sus cambios eran notables en lo físico, ahora era alto, tan alto que estimaba alcanzar a su hermano en dos años. Gracias a ese lado oscuro que Kislev nunca quiso dejar a atrás, ahora Preston tenía músculos marcados que iban en desarrollo de acuerdo a su cuerpo. Ya no peinaba su cabello con gel, le gustaba tenerlo un poco desordenado pero con estilo, ya que según él era la ecuación perfecta para las presentaciones.

—Kislev, ¿Te puedo hacer una pregunta?—desde su puesto de copiloto, se giró un poco para ver a su hermano.

—Dime—Kislev siguió viendo la carretera, esperando las palabras de Preston.

—No soy muy bueno formulando este tipo de cosas, es bochornoso para alguien como yo, pero...

—Habla de una vez, Newton.

—¿Qué debo hacer si siento... bueno... ya sabes... atracción hacia alguien?

Kislev, algo sorprendido por las palabras de su hermano, le preguntó:

—¡¿Te gusta alguien?!

—Eso dije—asintió Preston.

—Solo quería verificar—murmuró Kislev.

—Ya lo haz hecho, ahora solo necesito consejos. Pensé que este lado de la vida era absurdo hasta que... bueno... el hijo de Venus me flechó.

—Intenso—se burló Kislev, siempre solía burlarse de las analogías de su hermano, "¿Hijo de Venus?" se pensaba con gracia—. Bueno, si realmente te gusta dile que la vas a matar, eso las enamora.

Preston le miró desde su puesto con los ojos bien abiertos.

—¡Pero qué son esas maneras!—exclamó—. No digas nada, seguro así enamoraste a...—el listillo no quiso terminar la oración.

—Anda dilo.

—Kislev...

—Es parte del pasado—se quiso convencer.

—Vellty Danforth—terminó.

Kislev fingió que no le dolió, pero el simple nombre le traía recuerdos. Unos más felices que otros, porque ese neurótico, como le llamaba Vellty Danforth, fue feliz mientras estuvo con ella. Así, de forma retorcida.

—Sí, yo... le decía que la iba a matar—asintió Kislev viendo de forma fija la calle, como perdido en sus pensamientos—, me divertía su cara.

Red - [La Orden Sangrienta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora